Liderazgo: Escuchar con pasión

El autor es un apasionado de la academia, emprendimiento, liderazgo y actividades cocurriculares.

(PRIMERA DE DOS PARTES)

Comunicar es una práctica que realizamos todos los días, ya sea en el trabajo, con la familia o en reuniones con amigos.

La mayoría conocemos el modelo tradicional que contempla un transmisor<->mensaje<->receptor, donde se destaca la importancia de saber hablar y transmitir correctamente, lo cual estoy de acuerdo, pero en esta columna quiero recalcar la diferencia que hace el realmente saber escuchar.

Un gran colega me enseñó que al desglosar esta palabra quedaría un significado de “acción-común (o comunicAcción)” y me hacía la pregunta:

¿Cuando quieres provocar una acción-común concreta, qué es más importarte, el hablar o escuchar?

Mi primera respuesta fue:

“Hablar, debo ser claro para que la otra persona entienda lo que estoy diciendo”.

Posteriormente, me cambió la pregunta por:

“Supongamos que eso sucede, entonces ¿quién crees que dirija la conversación a un buen término, quien habla o quien escucha?”, nuevamente respondí:

“¡Quien habla!”.

Claro, en ese momento yo ya dudando un poco.

Después de ello continuó, supongamos que eres el mejor orador o tienes un muy buen mensaje que transmites a otras personas, pero esos receptores no te están poniendo atención o están distraídos, ¿crees tú que un excelente mensaje haya cumplido su cometido y se logró una comunicación adecuada?

Reflexionando sobre ello, poco a poco me fue llevando a entender que el escuchar es mucho más importante que hablar, porque observas desde un punto distinto y logras una conversación eficiente.

Incluso, me decía, la mayoría de nosotros vamos a cursos para hablar correctamente y comunicar, pero casi nunca para aprender y saber escuchar, una persona sabia no es aquélla que sabe todo y lo transmite, una persona sabia es aquélla que la mayor parte del tiempo está escuchando y aprendiendo, que siempre está dispuesta a obtener ideas e información nueva.

Recordando a un querido mentor (QEPD), lo veía siempre rodeado de gente, incluso era la persona a la que recurríamos para obtener consejos, y nunca dejaba de ayudarnos, siempre tenía tiempo para nosotros.

Como colega lo ubico como alguien que en juntas importantes observaba, no hablaba esperando que primero alguien más compartiera sus ideas y opiniones, escuchando y asimilando lo que los demás decíamos.

Después, en el momento correcto, compartía sus puntos de vista.

Tenía una habilidad para identificar los pensamientos de los demás y analizar la información con un juicio sorprendente. Nunca lo vi con una actitud de superioridad ante nadie, dispuesto a escuchar a todos los que se le acercaban.

La persona a la que escuchaba era más importante que cualquier otra cosa que estuviera esperándolo principalmente cuando se trataba de algún alumno o amigo cercano.

Prestaba a cada uno su total atención fueran unos minutos u horas, incluso me sorprendía ver personas que eran demasiado tímidas para compartir su sentir o dar sus ideas, pero él siempre lograba que poco a poco se abrieran fomentando una atmósfera de libre comunicación, confianza y aprecio.

También comprendí que no era porque supiera dar consejos, sino porque realmente escuchaba con pasión.

Los dejo con la pregunta y reflexión sobre ¿qué tan bueno eres para escuchar?

Por ello, ¿te has abierto o cerrado oportunidades?

La siguiente semana continuaremos con el tema (Parte 2) para cerrar y compartirte las características que he identificado en los líderes que cuentan con una gran habilidad para ¡escuchar con pasión”!

“A veces lo que una persona necesita no es una mente brillante que le hable, sino un corazón paciente que lo escuche…” Dalai Lama

El autor es un apasionado de la academia, emprendimiento, liderazgo y actividades cocurriculares.

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