Ser como niños

Aventurarnos a ser lo que tanto deseamos puede ser un trabajo difícil, ya que tenemos una idea del éxito totalmente confusa desde que somos pequeños. Una parte importante en la vida es reconocer que casi todos los éxitos y fracasos son consecuencia de haber tomado riesgos, y si nos ponemos a pensar, reconoceremos que, gracias a todas aquellas atrocidades, se nos presentaron grandes oportunidades para ser una mejor versión de nosotros mismos.

Cuando tenemos claro qué queremos hacer en el sentido profesional, emocional y nos aventuramos a construirlo, vemos subir una ola de miedos y críticas que nos vuelven vulnerables, incluso surgen hasta preguntas de las cuales desconocemos una respuesta certera. Y realmente no tenemos una respuesta clara. Resistir eso es de valientes, porque dentro de nuestra mente hay toda una construcción referente al crecimiento que nos hace sentir, que entre más edad tenemos el mundo se reduce en posibilidades. Una vez un amigo me dijo: “si las oportunidades no llegan a ti, es hora de ponerte a crear tus propias oportunidades”.

Esto implica cuestionarte al máximo, hablarte con total sinceridad y saber que la manera en la que decimos las cosas determina cómo serán recibidas nuestras palabras. Es entonces cuando descubrimos en qué desarrollarnos, que si emprender un nuevo negocio, empezar una nueva licenciatura, hacer un MBA o simplemente cambiar de trabajo. Es importante desde un principio pensar con amplitud.

Esto implica ser más creativos con nuestras decisiones, más innovadores, más cooperativos y complementarnos positivamente de las nuevas oportunidades.

Es importante tener claro que nuestra profesión es el medio en el que nos desarrollamos, pero nuestra vocación es lo que nos mueve interiormente, es esa inspiración que nos determina y forma nuestra vida. Así que hay que sacudirnos el miedo, y claro que siempre estará ahí.

Parte de la chamba obligada en la vida es aprender a operar con él y a pesar de él. Saber que al final esta vida es sólo tuya y de nadie más, y nadie, absolutamente nadie, puede hacer por ti lo que sólo puedes hacer tú.

Los invito a que hagan memoria y recordemos esa energía que teníamos cuando éramos niños y reconstrúyete con aquella habilidad con la que construías y te ingeniabas nuevos juegos e impresionabas a tus amigos.

Cuando uno es niño, la vida no se ve en miniatura, al contrario, vemos en grandes dimensiones todas las cosas, se tiene fuerza física y mental para imaginar.

Nunca pierdan el buen humor, la vida es suficientemente compleja como para no cooperar en ella, y no hacer lo posible por crear buenos momentos, ya después de eso... vienen las recompensas.

El autor es comunicador y bloguero de temas de estilo de vida.

Twitter: @Diegoguerreromx