Lo que el agua se llevó

La autora es chef y comunicadora.

En Sonora siempre estamos esperando la temporada de lluvias; las siembras, animales, nuestra tierra y nosotros mismos tenemos sed; en realidad creo que el ser humano por cultura siempre espera lo que no tiene a bien tener de manera continua.

Hace unos meses acudí en compañía de una amiga a ver “Agua pasa por mi casa”, una obra de teatro maravillosa y muy recomendada; retrato de una realidad cuando hace algunos ayeres varios pueblos en el Estado de Sonora quedaron sepultados por el progreso; entre risas y lágrimas te logra llevar a una realidad que quién sabe cuántas familias compartirían en esos tiempos “de cambio”; salí pensando en tantas cosas y con un cúmulo de emociones en mi pecho que no puedo explicarles.

Tengo amigos en la sierra de Sonora y sé cuán felices se ponen cada que inicia la temporada de lluvia, pero en esta ocasión su reacción fue diferente, esa alegría se transformó en temor, ese temor pasó a tristeza y esa tristeza en lágrimas que se confundían con la lluvia; los caminos comenzaron a quedar sepultados en agua y lodo, las siembras cubiertas de agua y muchos animales se fueron con la corriente que cada día ¡crecía más! No hablaré de la casa y los muebles porque eso se recupera pronto…

pero lo que el agua se llevó, no sólo fueron cosas materiales, con ella se fue la seguridad de darle sustento a muchas familias que dependen de las siembras, la esperanza de que el ganado se multiplique y tengamos un buen año, el anhelo de que las casas estén llenas de familia y acabar una vejez digna en ellas.

¡Se fueron tantas cosas! escuché llorar a mis amigos de la Sierra cuando entre palabras cortadas Marcelino me decía: “no es mi casa, es mi vida entera lo que se lleva el río”, “cómo enfrentaré todo esto si tengo 82 años y mis fuerzas son diferentes ahora”, “si antes los hijos no venían al campo, ahora… ahora menos”, “si antes nos regateaban la cosecha, ahora…

ahora ¿dime qué pasara? sabes, las plantas, los animales y nosotros…

“Lluvia necesitamos tanto de ti, gracias por atendernos”, decía Marcelino entre su llanto y voz cortada, “a veces eres impredecible… otras implacable”.

“¡No! No sigas por favor, ahora das demasiado y dar demasiado hace daño. Hasta cuando parece bueno… detente, detente, ahora todo se ahogó”.

Existen diálogos entrecortados que son difíciles de reproducir de manera fiel, más cuando se trata de comprender lo que un amigo está sintiendo.

Creo que, en esta ocasión, como en muchas otras, es importante apoyar a quienes quedaron vulnerables ante el paso del agua, el agua que se confunda con lágrimas, vamos a salir, somos fuertes, somos unidos, ¡somos de Sonora!

Lo que el agua se llevó, difícilmente lo recuperaremos, pero lo que el agua nos dejó fue un pueblo más fuerte y sin que suene a lema ¡unidos hacemos más! Nos vemos en los centros de acopio oficiales.

CARMEN PALACIOS

La autora es chef y comunicadora. mikafundacion@gmail.com