Democracia en riesgo

Presidente de Coparmex Sonora Norte.

El Instituto Nacional Electoral (INE), como institución sólida y confiable que garantiza la equidad en el proceso electoral, es uno de los principales pilares de la democracia del México de hoy.

Es gracias a este ente electoral que se garantiza que el sentir de todos los ciudadanos registrados sea tomado en cuenta.

Desde hace casi 30 años, el INE ha sido responsable de la indispensable responsabilidad de organizar procesos electorales transparentes y democráticos.

El INE ha sido testigo de la alternancia del poder en México dotando al proceso de la debida legitimidad.

Al fungir como el árbitro, encargado de vigilar el estricto cumplimiento de las reglas del juego, su independencia y autonomía se vuelven indispensables.

A nadie debe de sorprender que la tentación, por parte del poder, de controlarla está siempre latente.

Es por esto que se vuelven particularmente preocupante las acciones que en las últimas semanas hemos atestiguado, que hacen suponer un intento para tomar su control y promover su debilitamiento.

Entre las acciones más importantes destacan:

1.- La designación de un auditor abiertamente confrontado a las decisiones del Consejo General del Instituto.

2.- Una iniciativa de ley para otorgar a la Cámara de Diputados la facultad de designar a los funcionarios electorales locales.

3.- Una reducción significativa en el presupuesto del Instituto poniendo en entredicho su operatividad.

4.- Una iniciativa para reducir el periodo de gestión de su actual presidente de 9 a 3 años, como en Venezuela (3.5 años) y la posibilidad de su sustitución por otro.

Estas acciones vulneran la solidez de la institución y comprometen la autonomía institucional poniendo en entredicho la capacidad de actuar libre de influencia política o partidista.

Preocupa, además, que todo lo anterior se dé en un ambiente negativo en torno a la figura del instituto, promovido por el mismo Presidente de la República cuando debería de ser el primero en promover su fortalecimiento y solidez.

Se vislumbra una clara intencionalidad por el debilitamiento y eventualmente la desaparición de los distintos órganos autónomos que dan equilibrio y certidumbre a nuestro sistema democrático.

Lo delicado es que un gobierno sin controles corre el alto riesgo de convertirse en un gobierno autoritario.

Construir y consolidar nuestras instituciones democráticas no ha sido tarea sencilla.

Estas precisan de legitimidad y para lograrlo deben ser respetadas por los partidos y gobernantes.

Sólo así se garantiza la construcción de un país en donde todas las voces sean escuchadas, respetadas y tomadas en cuenta.

Son estas mismas instituciones las que han permitido que hoy en día sean ellos los que detenten el poder.

Como ciudadanos debemos defender de manera enérgica las instituciones que juntos hemos construido y que hacen posible hoy en día, vivir en un país de cuyas decisiones todos formamos parte.