El hombre más bueno del mundo

La autora es chef y comunicadora.

Al hacer una y mirar nuestras vidas hacemos un análisis minucioso de lo que vivimos y lo que deseamos con toda nuestra alma vivir; al mirar al pasado siempre pensamos en el hubiera (a todos nos ha pasado).

Hace días coincidí con una excompañera de escuela, me platicaba de su vida y todo lo que ha logrado; me da mucho gusto ver a una mujer cuando en lo laboral y personal le va bien.

¡Tengo tanto que contarte! Me dijo sonriendo; nos sentamos en unas escalinatas y me platicó; me dijo que se casó con el hombre más bueno del mundo; es tan bueno que él elige mi ropa, así yo no caigo en malos gustos ni me veo vulgar como muchas que están en la calle.

Gracias a él tengo comida en mi mesa, mis hijos visten y tienen techo; debo de ser muy agradecida, también me eligió un gimnasio en el cual estoy inscrita de 6 a 7 de la mañana porque a mi edad ya todo está fl ojo o lleno de grasa, prosiguió mi amiga.

Tengo que activarme muy temprano cuando él puede ir, porque en la tarde sólo sería ir a perder el tiempo; debo de estar en buena forma porque las esposas de sus compañeros son muy jóvenes y guapas, gracias a Dios él no me ha dejado por otra, agregó.

La miraba mientras ella hablaba; para mí era difícil entenderla, cuántas veces en nuestra vida alguna persona no hace cosas y te dice la frase espantosa: Es por tu bien.

Era exactamente lo que mi amiga me estaba contando, todo lo que su esposo hacía o lo que él elegía era por su bien: qué comer, qué decir, cómo vestir, de quién rodearse, qué ver en la tele; llegó al grado de decirle “gracias a mí comes”… sentí una mezcla de depresión y tristeza que aún no puedo explicar, historia que nadie puede creer porque su madre le dice ¡nunca te ha golpeado, es un buen hombre! ¡Sus amigas le dicen es tan lindo contigo, te tiene de todo, nada te falta! Su suegra le dice: ¡Mi hijo es un santo! Pero un día sus hijos se armaron de valor y le pidieron que ya no querían pertenecer a esa historia, que su madre había dejado de sonreír y la necesitaban viva y con ellos.

Una mañana despertó con el valor necesario para dejar al hombre más bueno del mundo, que de tan bueno no le permitía respirar si él no lo indicaba.

Jamás me golpeó, jamás me insultó, sólo cada día me hacía agradecer por la bendición en mi vida de tenerle, de llevar a casa comida, un techo, que ya quisieran muchas mi suerte.

Sólo le di a mi amiga un fuerte abrazo al saber que hace dos años es libre, que sonríe de nuevo y que ella y sus hijos ahora pueden respirar.

CARMEN PALACIOS

La autora es chef y comunicadora. mikafundacion@ gmail.com