Resiliencia urbana y desarrollo sostenible

El autor es maestro en Arquitectura, maestrante en Protección Civil y Gestión de Emergencias.

Mariano T. Katase Ruiz escribe: El Marco de Sendai es el instrumento internacional signado por los 168 países integrantes de la ONU; que se focaliza en la gestión del riesgo de desastres, en vez de en la gestión de los desastres que pretende lograr en los próximos 15 años la reducción sustancial del riesgo de desastres y de las pérdidas ocasionadas por los desastres, tanto en vidas, medios de subsistencia y salud como en bienes económicos, físicos, sociales, culturales y ambientales de las personas, las empresas, las comunidades y los países (UNISRD, 2015).

Para lograr tal resultado establece un objetivo centrado en evitar nuevos riesgos, reducir el riesgo existente y reforzar la resiliencia, este objetivo es el de prevenir la aparición de nuevos riesgos de desastre y reducir los existentes mediante medidas integradas e inclusivas de naturaleza social, económica, jurídica, cultural, educacional, política, ambiental e institucional que prevengan y reduzcan el riesgo y la vulnerabilidad a los desastres, aumenten la preparación.

La palabra resiliencia ahora es recurrente y, aunque el concepto tiene orígenes en las ciencias naturales, sociales y exactas, en la actualidad se aplica prácticamente a todos los aspectos de la vida de las personas, incluyendo a las ciudades y comunidades donde habita.

La resiliencia, tal y como se encuentra definida por el Marco de Sendai, es la capacidad que tiene un sistema, comunidad o sociedad expuestos a una amenaza para resistir, absorber, adaptarse, transformarse y recuperarse de sus efectos de manera oportuna y eficiente.

Progresivamente, en el contexto de las ciudades este concepto se encuentra enmarcado por la habilidad de soportar y recuperarse de impactos agudos tales como inundaciones, terremotos, huracanes, incendios, derrames químicos y apagones; así como de presiones crónicas que ocurren en un lapso de tiempo más largo, por ejemplo el agotamiento de las aguas subterráneas o la deforestación, o de temas socioeconómicos como el desempleo y la población sin acceso a vivienda.

De acuerdo con la evaluación del impacto social y económico de los desastres, de 2000 a 2017 las pérdidas en México se estiman en 9,009 decesos y 512,413 millones de pesos; alrededor de 53 millones de habitantes tuvieron alguna afectación directa o indirecta en su vida, ya sea por la pérdida de su patrimonio o de sus medios de vida.

En daños a la infraestructura, se contabilizaron casi 1.5 millones de viviendas, más de 38 mil escuelas, así como alrededor de 2,140 centros de salud y hospitales afectados.

El impacto económico de los desastres incide de manera directa en el crecimiento y desarrollo del país, por lo que estas pérdidas acentúan las asimetrías existentes en el bienestar social (Cenapred, 2017).

Ante estos datos, ¿podemos estar hablando de ciudades sostenibles y resilientes?

 

MARIANO T. KATASE RUIZ

El autor es maestro en Arquitectura, maestrante en Protección Civil y Gestión de Emergencias.