¿Estado sin democracia?

La evidencia es preocupante. Tala de expertos competentes en todo el sector público; iniciativa para modificar la Suprema Corte a modo del Ejecutivo; comisionados de la CRE designados a dedo después de dos rechazos del Senado; militares al frente de la Guardia Nacional anticipando un cuerpo de guerra y no de policía civil; concentración de recursos fiscales en la mano presidencial; acoso a los órganos autónomos del Estado, a la prensa, a los críticos y a la independencia del Poder Legislativo; evasión de las reglas de operación del gasto público, más lo que se acumule. Las instituciones de control del poder parecen ser, para AMLO y Morena, un enemigo a vencer.

El presidente y su partido parecen dar la espalda a las luchas para someter el poder arbitrario a las reglas del estado de derecho, a esas Luchas que se libraron durante más de tres décadas y que han impreso una huella en las instituciones de la República. Se comportan como si la transición a la democracia no tuviera una historia ante la que se tiene una responsabilidad. Por lo que dicen y hacen, esa historia no habría existido hasta que ellos llegaron como por arte de magia. Todo lo que antes ocurrió habría sido consustancial al neoliberalismo voraz y corrupto, y todo esfuerzo previo y ajeno contaminado irremediablemente por él. Se olvidan de las luchas de la izquierda democrática y la sociedad civil por abatir el presidencialismo autoritario y su partido hegemónico. Ignoran deliberadamente la ruptura del Partido Comunista y otras fuerzas de la izquierda mexicana con el sistema soviético. También y sobre todo desconocen la reivindicación, contra el estalinismo, de la democracia representativa como una parte esencial del programa de todo socialismo genuino. Sin esas luchas y los fracasos y victorias de sus protagonistas no se explica que, desde 1996, tengamos elecciones más libres y equitativas, como lo prueban todos los estudios serios. Si ese sistema electoral sería inexplicable que el actual partido en el gobierno haya llegado al poder. También se alejan de la larga historia de crítica y combate a las políticas neoliberales, de la que creen tener el monopolio. Este estilo de gobernar no sólo es mezquino, sino irresponsable y puede tener graves efectos perversos: en vez de contribuir a configurar un estado social, democrático y de derecho puede provocar la destrucción de lo que ya se ha ganado, creyendo que así se erradicarán la corrupción y la impunidad; que de ese modo se servirá mejor al bienestar de los más pobres, cuando está probado que el poder sin controles siempre sucumbe a manos de los más fuertes y arruina a los más débiles.

Un Estado que busca instrumentar un gran cambio a favor de la igualdad social no puede prescindir de las instituciones que lo hacen un estado de derecho. Sin responsabilidad en el manejo de la autoridad del cargo, sin equilibrio de poderes, sin competencia política, sin medios de comunicación independientes y ciudadanos informados, sin reglas que marquen límites a los gobernantes, sin rendición de cuentas el Estado se vuelve un Leviatán y victimiza a la sociedad.

Ninguno de esos componentes es un estorbo o un mero formalismo, se necesitaron siglos de luchas y aprendizaje para edificarlos. Si en México no hemos logrado establecerlos cabalmente no ha sido por culpa de esas instituciones, sino de la falta de voluntad para emprender la transformación necesaria. Ese cambio impostergable no se edificará sobre la voluntad de un individuo o un grupo. Se necesita del esfuerzo nacional concertado a través del debate y la política. Hacer intransitable esta vía es el mayor error que se puede cometer.

Amenazar o eliminar las instituciones democráticas que se edificaron en tres décadas con el esfuerzo de una generación entera sería un desatino. La tarea pendiente es profundizar su transformación para que la organización política del país se adecue verdaderamente a lo que ordena el mandato constitucional: "una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y una Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental".

Francisco Valdés Ugalde
Twitter: @pacovaldesu

(Académico de la UNAM)

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