Para la Constitución moral

El presidente electo convocó a los gobernadores del país y todos asistieron a la reunión. Estuvieron también los electos para ocupar ese cargo en varias entidades (con una sola excepción).

Sorprende la nutrida asistencia. Primero, porque el electo no es aún presidente en funciones y, por lo tanto, no tiene legalidad para una convocatoria de ese tipo. Y segundo, por lo contrario, porque demuestra la disciplina de la clase política hacia el jefe.

Pero, a decir verdad, no puedo imaginar lo que se siente ser alguno de esos gobernadores a los que se insultó y ofendió y que ellos a su vez insultaron y ofendieron a López Obrador y que ahora estaban allí muy sonrientes.

Javier Corral de Chihuahua, a quien AMLO tildó de farsante, aprendiz de mafioso, matraquero y canalla y de ser igual a su antecesor en el cargo, perseguido por corrupción y otras lindezas. Y éste replicó: "Hace mucho tiempo que López Obrador dejó de ser para mí un personaje respetable y respetado en el país. Hoy ha llegado a excesos declarativos muy penosos, así que para mí no tiene relevancia".

Miguel Ángel Yunes, de Veracruz, quien llamó vividor y loco a López Obrador y aseguró que el ex gobernador le había dado dinero. Por su parte, AMLO lo comparó con su antecesor, perseguido por corrupción.

Graco Ramírez de Morelos, a quien Andrés Manuel acusó de traidor y le puso como candidato a su peor enemigo, el presidente municipal de Cuernavaca, con quien el gobernador peleó durante todo su mandato. Éste a su vez dijo que López Obrador representa lo peor del priismo autoritario y afirmó que "es indispensable enfrentar su cruzada populista".

Alfredo del Mazo, del Estado de México, al que López Obrador acusó de haber llegado por fraude cuando le ganó la elección a la candidata de Morena.

Aristóteles Sandoval, de Jalisco, al que acusó de coaligarse en lo oscurito con el candidato Enrique Alfaro, a quien AMLO le llamaba farsante y traidor.
Jaime Rodríguez Calderón, de Nuevo León, que fue uno de sus contrincantes para la Presidencia y al que acusó de haber logrado la candidatura por "la inmundicia de los magistrados electorales".

Y sin embargo, allí estaban todos, absolutamente todos.
Sonrientes, como lo ha estado también el presidente Peña Nieto, al que AMLO acusó de traidor a la patria, de querer desmembrar el territorio nacional y vender los recursos naturales del país, además de meterse en las elecciones. Sonrientes como han estado los magistrados de todos tipos y niveles, incluidos los de tribunales electorales y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de quienes había dicho que "están bien maiceados". Sonrientes como han estado los consejeros del INE, a los que les dijo ser una vergüenza nacional. Sonrientes como han estado los más poderosos empresarios del país acusados de ser una minoría rapaz que no quiere dejar de robar. Sonrientes como han estado los medios de comunicación, incluidos aquellos que no lo apoyaron durante la campaña o que fueron críticos y a los que también denostó y sigue acusando hoy de conservadores y “fifís”. Menos sonrientes, pero igual de disciplinado como ha estado el Ejército, al que acusó de violentar los derechos humanos y ser culpable de asesinatos y desapariciones.

Hoy todos son amigos de López Obrador. Y esto me parece excelente, en aras de la reconciliación nacional.

Pero deberíamos aprender la lección. Y ésta es la siguiente: mi abuelita decía que un golpe duele, pero cuando pasa el dolor se olvida, en cambio las palabras lastiman de manera tan profunda que siempre estará allí la herida abierta. ¿No convendría entonces, ahora que López Obrador ha mandado a elaborar una Constitución moral, que en ella se prohíba insultar en la vida pública? ¿Y que se les enseñe esto a los cuadros a los que se proponen formar? ¿Que se asiente y todos sepan que hay que guardar las formas elementales del respeto hacia el otro?

Sara Sefchovich
Escritora e investigadora en la UNAMCorreo electrónico: sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com

Escritora e investigadora en la UNAM.

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