¿Qué nos depara la violencia para 2022?

¿Qué nos depara la violencia para 2022?, escribe @CarlosSeoaneN en #ColaboraciónEspecial.

"Ayer no fue un día malo, porque solo se reportaron 68 homicidios dolosos en el país", dijo el presidente al defender su estrategia de seguridad el pasado lunes 20 de diciembre.

Revisando las cifras desde ese lunes, el martes 21 hubo 59 asesinatos, el miércoles 22 fueron 63, el jueves 23 totalizaron 81, en nochebuena acontecieron 66 homicidios dolosos y el saldo de la navidad se publicará hoy lunes.

Aparentemente, López Obrador y su gabinete de seguridad consideran que la semana pasada no fue una semana tan mala, en lo personal creo que las cifras son de terror, pero distan -tristemente- de espantarnos, más bien parece ser la regla a la que nos hemos acostumbrado o mejor dicho, resignado.

López Obrador es el presidente con mayor respaldo popular de los últimos tiempos. Rebasa ya el 50% de su mandato con buenos niveles de aceptación y gran popularidad. Tiene al ejército en la bolsa, detenta claramente el poder ejecutivo y el poder legislativo a través de Morena, y sin embargo… la violencia criminal simplemente no cede.

Desde finales de la década de los 90, cuando los sanguinarios zetas fueron creados como brazo armado del Cártel del Golfo para expandir su control territorial, fue que voluntaria o involuntariamente, se implementó una nueva forma de operar bajo parámetros impregnados de violencia extrema en contra del enemigo (inicialmente otros cárteles, posteriormente el que fuera).

Fue entonces que empezamos a presenciar escenas dantescas de decapitaciones, cuerpos colgando de puentes y otras tantas barbaridades. Los rivales no cedieron terreno y decidieron responder de la misma forma ante su agresor y México fue testigo de un proceso de escalamiento paralelo de violencia.

Ahora, esto tiene dos temas de fondo. El primero, cada vez que un cártel se disolvía, fracturaba o dividía, el rompimiento dejaba (y lo sigue haciendo) pequeños grupos delictivos sin la capacidad de importar drogas ilegales de otros países para cruzarlas a Estados Unidos, pero sí con la violenta capacidad operativa trasladada fuera del mundo del narcotráfico hacia delitos como el secuestro, la trata de migrantes, la ordeña de ductos de combustible.

El segundo tema son las nuevas organizaciones delictivas, sin importar su tamaño o geografía, cuando "debutan" en el mundo criminal, lo hacen con bombo y platillo en términos de brutal violencia.

La discreción y el bajo perfil de los narcotraficantes parece ser un lejano recuerdo del siglo 20. El más claro ejemplo sería el Cártel de Santa Rosa de Lima que nació bajo el auspicio del robo de combustible (no por el tráfico de drogas) y que se convirtió en una máquina de terror.

Estos son dos factores preponderantes (entre otros tantos) que impiden la paz en múltiples geografías y que han contribuido a que 2019 y 2020 hayan sido los más violentos de la historia contemporánea. El cierre de este 2021 apunta a que habrá muy modesta una disminución en el índice de homicidios dolosos de alrededor del 3%.

¿Qué nos depara la violencia criminal para el 2022? Desafortunadamente un año muy similar a los últimos tres.