Objeción de conciencia: otras notas

Objeción de conciencia: otras notas escribe Arnoldo Kraus en #ColaboraciónEspecial.

La semana anterior compartí algunas ideas sobre objeción de conciencia (OB) y desobediencia civil (DC). Ambos espacios cobran importancia cuando la sociedad trae a la palestra cuestiones vinculadas con el inicio y el final de la vida, o bien, cuando alguna persona rehúye enlistarse en el servicio militar o perseguir y matar migrantes. Los primeros ejemplos pertenecen al ámbito de la OC; los segundos al universo de la DC.

El espíritu de ambas posturas apela a la conciencia individual y a la autonomía. La autonomía, en síntesis, es un atributo que le permite a la persona, mientras no dañe a sus congéneres, actuar ciñéndose a su formación religiosa/moral y/o social. En este entramado, entre los vínculos y obligaciones de las personas hacia la sociedad y viceversa, radican las discusiones fundamentales.

Tres preguntas cuyos signos de interrogación admiten muchas respuestas como abreboca: ¿tiene la obligación un objetor de ayudar a morir a un enfermo terminal cuyo sufrimiento rebasa “todo”?; ¿tiene la obligación un farmaceuta religioso de dispensar la píldora del día siguiente a una joven embarazada?; ¿tienen derecho las autoridades de encarcelar a quienes no desean ser reclutados?

Las preguntas previas son una muestra de las discusiones sinfín de temas ríspidos y urgentes. Nunca habrá respuestas universales. De ahí la necesidad de encontrar “el término medio”; la ética, no la moral, y la ética médica, debido a la imposibilidad de encontrar consensos “fáciles”, es una disciplina fascinante; en dicha materia no hay absolutos.

Objeción de conciencia es un término complicado. Comparto la definición que cité hace una semana: “Razón o argumento de carácter moral, ético o religioso que una persona aduce para incumplir u oponerse a disposiciones oficiales como llevar a cabo el servicio militar, saludar a la bandera de un país, practicar el aborto o ayudar a morir”. Dos ideas se contraponen en la definición: preservar la autonomía en contra de principios societarios.

En el caso de la OC, la moral y la religión militan contra la autoridad; en el caso de la DC las disquisiciones confrontan principios éticos contra fuerzas políticas o militares. Ambos entramados son complejos. Lo idóneo, pese a mi escepticismo, sería encontrar el término donde prevaleciese el diálogo en beneficio de los interesados.

En el caso de la OC, amén del inicio y el fin de la vida, es necesario ofrecer ayuda a homosexuales con frecuencia estigmatizados, personas con VIH, población LGBQT+, mujeres que alquilan su útero, etcétera. En relación con la DC comparto un ejemplo: Cassius Clay, posteriormente Muhammad Ali, no aceptó ir a pelear a Vietnam. Dados sus principios éticos afirmó no tener derecho de matar vietnamitas: “Ellos nunca me han dicho nigger”. Las imágenes de los guardias estadounidenses persiguiendo a haitianos dan fuerza al argumento de Ali.

Dos preguntas en relación con la OC: ¿Tienen derecho las instituciones de solicitar a los médicos su postura acerca de la OC?; ¿tienen derecho los pacientes de conocer la postura de los médicos en relación con la OC? Preguntas complejas en busca de respuestas complejas. No busco consenso. Mi respuesta es afirmativa.

Los médicos son personas morales; su moralidad no debe ser infringida por los intereses de los pacientes o la comunidad médica. Los enfermos son seres autónomos. Tienen derecho de conocer las obligaciones éticas de su médico, y, en el caso de ser objetor, si está dispuesto a buscar un colega no OC. A la vez, los hospitales deberían contar con un escrito donde declarasen si su filosofía se inclina por la OC y lo que harían, en caso de ser objetores, con mujeres que se han practicado un aborto y tienen peligro de fallecer si no son atendidas.

Arnoldo Kraus, Médico y escritor.