Biden ante G7 y OTAN: la carga de Trump

Biden ante G7 y OTAN: la carga de Trump, escribe Mauricio Meschoulam

Trump no se ha ido a ninguna parte. Mientras Biden se encuentra en la cumbre del G7 para luego viajar a la de la OTAN, muchos parecen tener claras varias cosas: primero, lo sucedido en

esos mismos foros, pocos años atrás con su antecesor; segundo, que Biden intenta contar otra historia sobre EU y su responsabilidad global; tercero, que al mismo tiempo que Biden cuenta esa

otra historia, Trump y sus teorías de fraude electoral siguen siendo inmensamente populares en su país; cuarto, que ese expresidente mantiene el control del partido republicano y quienes

se atreven a oponerse están pagando el costo; y quinto, que todo indica que se intentará reelegir en 2024. Así que, vayamos por partes.

Biden busca enviar el mensaje de que EU está de regreso. Lo está para cumplir con sus compromisos previos y también para enfrentar los retos actuales y futuros. En su visión, el liderazgo de Washington importa para poner en marcha medidas colaborativas y coordinadas con sus aliados a fin de estar a la altura de esos retos. De igual forma, esas acciones coordinadas con aliados son

indispensables para poder confrontar a China y a Rusia, los dos mayores rivales de Occidente.

De manera paralela, sin embargo, en su propio país hoy se cuenta otra historia que dice que Biden llegó a la presidencia tras un fraude masivo. Más aún, desde hace ya años, se han esparcido teorías que indican que EU está dirigido desde los sótanos por un grupo de pedófilos satánicos, posicionados en el mundo de la política, los espectáculos y los negocios; 15% de estadounidenses,

y específicamente 25% del electorado republicano, cree que todo lo anterior es verdad y 70% de votantes republicanos piensan que hubo fraude electoral.

Por tanto, todo lo que tiene que hacer Trump es atizar las llamas y el incendio renace. A pesar de que los resultados electorales fueron certificados por cada estado y por el Congreso, continúan los intentos de legisladores republicanos y equipos de abogados para revertir dichos resultados.

Adicionalmente, al interior del partido republicano basta denunciar al expresidente u oponérsele de alguna forma, para recibir el castigo de las mayoritarias fuerzas que le apoyan.

Al final del camino, esta es la realidad: dada la composición del colegio electoral, dado el peso que en éste tienen los estados que tradicionalmente votan por el partido republicano, y dado el

impacto que las restricciones electorales que se están implementando podría tener sobre votantes tradicionalmente demócratas, un futuro candidato como Trump, no requiere convencer a la mayoría de estadounidenses acerca de su historia. Basta con que sostenga un apoyo relativo entre el 47% que le respaldó en 2020, y afine su eficacia en estados en los que Biden ganó por un pelo, y sus posibilidades de recuperar la presidencia crecen.

Ello tiene implicaciones internacionales relevantes. Aún creyendo plenamente en Biden y en su equipo, es imposible descartar el poder que conservan Trump y su relato. Sólo que, en ese relato, EU tiene que mirar hacia adentro antes que hacia afuera. Porque en esa otra historia, los aliados de Washington sólo sacaron ventajas sin pagar los costos. En esa otra historia, EU no debe pelear las “guerras de otros” ni comprometer recursos o personas para defender a nadie.

En esa otra historia, el cambio climático no existe y se pueden cancelar acuerdos internacionales firmados por otras Casas Blancas en las que él no habitaba. Como consecuencia, cuando escuchan a Biden, sus aliados saben que nada puede garantizar la supervivencia del liderazgoque promete,los compromisos que haga o las firmas que plasme. Su narrativa tiene una robusta competencia en casa.

Analista internacional