Mindufulness y oración

Mindufulness y oración, escribe P. Mario Arroyo en #PensarEnCristiano

¿Son compatibles la oración y el mindfulness?, ¿son complementarios o excluyentes?, ¿puede una persona de fe  practicar el mindfulness?, ¿es más eficaz el mindfulness que la oración? ¿Puede

ayudar el mindfulness a realizar mejor la oración? No deja de ser una cuestión interesante y actual.

Para abordarla es útil el siguiente principio escriturístico: «Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta» (Filipenses 4,8).

Ante todo, ¿qué es el mindfulness? Puede entenderse como la atención plena en el momento presente sin juzgar. Es el arte de observar intencionada y atentamente nuestra conciencia. Es un concepto traído de la meditación budista que se centra en ocuparse con exclusividad del aquí y del ahora, sin hacer juicios de valor. ¿Es religioso? Su origen es budista, en concreto proviene de la  meditación vipassana y es la traducción de la palabra “sati”.

Pero en occidente su práctica se ha desvinculado de una religión o una determinada  filosofía de vida, y viene usándose como tratamiento terapéutico para el estrés, la ansiedad, el estrés postraumático o el manejo del dolor, con un alto índice de eficacia.

¿Qué es la oración? Podemos ofrecer dos definiciones que ayudan a captar su diferencia con el mindfulness: “un diálogo personal, íntimo y profundo, entre el hombre y Dios”, donde “el encuentro de dos libertades, la infinita de Dios con la finita del hombre, es esencial para una oración auténticamente cristiana”.

“La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él”. El elemento dialógico es esencial en la oración, salir de uno mismo, a diferencia del mindfulness, que es centrarse en sí mismo.

En esa misma línea, la palabra meditación es equívoca, designa dos realidades diversas. En el mindfulness supone un abandonarse, eliminar todo esfuerzo, para alcanzar el grado sumo de  relajación.

Por el contrario, la meditación cristiana “es sobre todo una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide.

Hace falta una atención difícil de encauzar”. Y lo que es más importante, mientras el mindfulness supone un método, una técnica bien concreta, “la auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: es siempre un don de Dios”, pues de lo contrario iría contra la infancia espiritual, recomendada en el evangelio. ¿En dónde estriba la diferencia más fundamental? En la mística

cristiana la meditación tiene un objeto, la Persona de Jesucristo, la Humanidad Santísima de Jesucristo.

A lo que aspira la oración es a unirnos con Jesús, a contemplar a Jesús, a amar a Jesús. En cambio, el grado más elevado de meditación en el mindfulness, la Técnica Conciencia Plena, busca meditar sin concentrarse en nada en particular.

No hay objeto de atención. Por eso, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha advertido frente a “algunas técnicas de oración que no se inspiran en el Evangelio y que prácticamente tienden a prescindir de Cristo, en favor de un vacío mental que dentro del cristianismo no tiene sentido”.

Como siempre, el Magisterio de la Iglesia hace un difícil equilibrio.  Por un lado, advierte del peligro “de mezclar la meditación cristiana con la no cristiana… [pues quienes lo hacen] no temen colocar aquel absoluto sin imágenes y conceptos, propio de la teoría budista, en el mismo plano de la majestad de Dios”.

El problema de esta meditación es “Quedarse en sí mismo: he aquí el verdadero peligro. El gran Doctor de la Iglesia [San Agustín] recomienda concentrarse en sí mismo, pero también trascender el yo que no es Dios”. Pero, por otro  lado “la Iglesia católica nada rechaza de lo que, en estas religiones, hay de verdadero y santo, no se deberían despreciar sin previa consideración estas indicaciones, por el mero hecho de no ser cristianas.

Se podrá, al contrario, tomar de ellas lo que tienen de útil”. Las técnicas de meditación orientales pueden ayudar a crear el necesario recogimiento, imprescindible para la oración cristiana.

Algunas técnicas, además fomentan actitudes cristianas, como la “Técnica del Amor y Amabilidad” o la “Técnica de la Compasión Compartida”, donde se fomentan sentimientos de amor hacia al prójimo en el más auténtico sentido cristiano. Es decir, no se puede rechazar o aceptar en bloque, sino discernir en cada caso, sabiendo que ambas prácticas -oración y mindfulness- son buenas, si bien tienden a objetivos diferentes.