Sobre Yemen, Arabia Saudita y los retos de Biden

Sobre Yemen, Arabia Saudita y los retos de Biden, escribe Mauricio Meschoulam

EU no sólo proveía de armas a Arabia Saudita para su guerra en Yemen, sino que le apoyaba logísticamente para operarlas. Mecánicos estadounidenses se encargaban de que los aviones que empleaban los saudíes, funcionaran adecuadamente. Personal de la CIA aportaba los blancos.

La alianza estratégica  entre Washington y Riad se dejaba sentir en el campo de batalla y en el campo diplomático. No se trata de un asunto de Trump. La guerra de Yemen, que se ha convertido en

una de las mayores crisis humanitarias de nuestros tiempos, inició bastante antes de la gestión de ese presidente. Pero hoy, cuando Biden necesita proyectarse como un gobernante diferente, los intereses de fondo que han impulsado esta alianza de décadas, sobreviven.

Ese es justo su reto. La guerra en Yemen exhibe la confluencia de cinco elementos que tras la Primavera Árabe (2011) se fueron repitiendo en diversos países: (1) la persistencia de uno o varios conflictos locales de carácter político, (2) dichos conflictos políticos se entretejen con añejas hostilidades sectarias o tribales, las cuales afloran con las condiciones de inestabilidad generadas tras la dimisión o debilitamiento del dictador, (3) en mayor o menor grado, diversas potencias regionales se involucran, apoyando, financiando, y/o armando a alguno de los actores, o bien, interviniendo directamente, (4) el involucramiento directo o indirecto de una o varias potencias globales, (5) el aprovechamiento de las condiciones de caos por parte de grupos terroristas transnacionales.

Uno de los actores fundamentales de este conflicto son los grupos rebeldes Houthies pertenecientes a una subsecta del Islam chiíta, llamada zaidi, apoyados por Irán, el principal rival de Arabia Saudita. Por consiguiente, en 2015, Riad decidió iniciar ataques aéreos contra estos rebeldes. Transcurridos los años, hay varios factores que terminan por alinear más aún los intereses de Arabia Saudita y Washington. Hasta antes de que Trump abandonara el acuerdo nuclear que EU había firmado con Teherán, el apoyo iraní a los Houthies era importante, pero limitado.

A medida que crece la conflictiva entre Irán y la Casa Blanca, los Houthies se vuelven una pieza clave de las estrategias de acoso de Teherán para ejercer presión sobre Washington y sus aliados con  el objetivo de orillar a Trump a flexibilizar su postura.

No obstante, se fue generando paralelamente un consenso bipartidista en EU de que el apoyo incondicional a Arabia Saudita y a su príncipe heredero, era insostenible. Los bombardeos saudíes frecuentemente golpeaban objetivos civiles causando muertes inocentes por docenas. Las violaciones a derechos humanos cometidas por el reino no podían continuar sin consecuencias. Trump

eligió mirar al otro lado y conservar la alianza intacta.

Biden prometió que todo eso cambiaría. La Casa Blanca lo puso así: "planeamos recalibrar nuestra relación con Arabia Saudita". Su reto, sin embargo, consiste en equilibrar ese mensaje con los intereses fundamentales de la superpotencia en la región.

Biden entiende bien que no puede simplemente reactivar el acuerdo nuclear con Irán ignorando eternamente sus mayores debilidades. Y una de esas debilidades es haber dejado fuera de las negociaciones el apoyo iraní a milicias y actores en toda su región que luchan contra intereses de Washington y sus aliados.

No está simple y esta es una muestra de los desafíos de Biden en temas de política exterior. Es verdad que Trump llevó muchos de esos temas al extremo y que es para Washington indispensable revertir la dirección. Pero la administración Obama, de la que Biden formó parte, también cometió errores y dejó vacíos que generaron consecuencias.

¿Cómo lograr el balance?