Me gusta

Me gusta, escribe Arnoldo Kraus en #ColaboraciónEspecial.

La tiranía siempre ha existido. Cambia con el tiempo, tiene muchos rostros. Es diferente la que padecen y/o ejercen los ricos y los pobres, la que domina en sociedades libres o en comunidades donde prevalece el fanatismo religioso o en países donde la política genera adláteres para sobrevivir.

Ocupación, amistades, necesidad de reconocimiento, tiempo disponible, auto estima y afinidad por la tecnología de la comunicación son otras variables vinculadas, o no, con la tiranía y con la autotiranía. Me ocupo de una de ellas. Se trata del Like de las redes sociales y del personal, el de los escritos en revistas o en periódicos.

Su supremacía y presencia es abrumadora: pocos dicen "Me gusta" (lo mismo sucede en otros idiomas). El simple hecho de no traducir Like al español es una forma de opresión. No me agrada que los medios de comunicación se sometan al Like en vez de generar el icono Me gusta. La imposición de otro lenguaje sobre el nuestro es una forma de opresión. La tarea, para menguar el abuso debería consistir en no acostumbrarnos a acostumbrarnos, sino más bien, acostumbrarnos a no acostumbrarnos.

Like tiene, ya lo dije, al menos dos lecturas. El universo Like abarca todo y a todas las personas que miden y se miden por la manita que apunta hacia arriba o hacia abajo, i.e., dislike.

Una suerte de autocracia contemporánea agazapada en un signo; una especie de paraíso o purgatorio dependiendo del número y de la inclinación del pulgar: ¿voy bien?, ¿gusto?, ¿me aceptan?, ¿me leen?; o bien, ¿mi figura impone y molesta y por eso no llego a miles de Likes?, ¿me desprecian?, ¿he escrito acerca de los abusos y torpezas de Facebook y sucedáneos y por eso el señor Mark Zuckerberg ordenó borrar la mayoría de mis Likes?, ¿por qué ella, él y ello, o mejor aún, como circula en Argentina, todes, tienen más deditos hacia arriba si yo soy mejor, más guapo/a, más inteligente? Si la persecución puede no tener fin, la autopersecución —lo saben los psiquiatras y los hipocondríacos— casi nunca termina: si hoy mi artículo fue espléndido y cuenta con pocos Likes, ¿me boicotean?, ¿es por las vacaciones o por la pandemia?, ¿cuándo es cuánto?, y, ¿cuánto debe ser cuándo…?

La segunda lectura del Mundo Like proviene de las redes sociales cuyo tejido se deshilacha con la misma facilidad con la cual se teje: cunde una tendencia con fuerza y se olvida con la misma celeridad.

El Mundo Like engulle. Quien lo venera se rinde ante él y le entrega parte de su existencia. Las generaciones like mantienen vínculos y dependencias in crescendo con ese mundo y sus similares. ¿Acaso habrá quien se suicide por sentir que el Mundo Like lo desprecia? Las redes sociales, también denominadas redes fecales, son tramposas: se ignora cuántas personas no leen temas ajenos a sus intereses, es decir, hay sesgo, levanta su pulgar o lo baja la población monotemática o pagada por alimentar dicho mundo.

"Prenden" algunas tendencias, no todas: importa menos el contenido que la fuerza de quien las impulsa y se contagian o no debido a la avidez de quienes viven sumergidos en ellas. La popularidad implica no sólo el dedo hacia arriba. Para que la evaluación "sea real" debería explicar cuántas personas desdeñaron el mensaje y cuántas lo leyeron, cuántos Likes comprendieron el contenido y cuántos Dislikes se empaparon del mensaje antes de oprimir el botón.

Me disculpo: aunque ni he finalizado este texto ni lo he mandado al editor, debo correr a ver cuántos Likes he acumulado mientras divago y escribo. ¿Es la tiranía autoejercida la peor de las tiranías? Apenado, antes de acostarme en el diván, confieso: en ocasiones "mebusco" y disfruto mis Likes.

(Médico y escritor)