Contingencia sanitaria, drama migratorio, nuevo pacto social

Contingencia sanitaria, drama migratorio, nuevo pacto social, escribe José Rodríguez Gutiérrez en #FueraDeRuta

Por José Rodríguez Gutiérrez, jose.rodriguezgutierrez@unison.mx 

Profesor Investigador de la Universidad de Sonora

El pasado 30 de marzo se publicó una entrevista de Marc Bassets que realizo al sociólogo francés Alain Touraine (Bassets, 2020).

La abreviamos en tres ejes que permitirán explicar el drama que enfrentan las poblaciones migrantes trasnacionales.

1) Escenario de guerra. Touraine rechaza la idea que la contingencia sanitaria represente una condición de guerra, como han insistido Emmanuel Macron (Francia), Pedro Sánchez (España), Donald Trump (Estados Unidos), entre otros; ésta idea es insostenible, porque no existe una invasión; no hay ejércitos enfrentándose.

2) Falta de contrapesos. La inmovilidad como respuesta global quédate en casa genera una dislocación social de rutinas; la auto-reclusión rompe con la cotidianeidad; la mimetización en el hogar genera un sin-sentido de una realidad trastocada. La parálisis del sistema capitalista refleja crisis en los mercados productivos, financieros y laborales, suscitándose una especie de anomia social (Durkheim, 1988), en la cual las normas rutinarias pierden sentido, el mundo cotidiano se interrumpe, se trastorna el orden socio-técnico acostumbrado.

3) El Estado Sin sentido. El sujeto, la sociedad, experimenta una especie de shock autárquico ante miles de muertes sin sentido en Italia, Francia, España, Estados Unidos; se distingue las debilidades del Estado incapaz de cumplir los postulados del capitalismo industrial, que, a través del trabajo se accede al ascenso social, a la seguridad laboral y sanitaria. 

Los aparatos disciplinarios del Estado como cuerpos policiales, militares y judiciales, son desbordados, supeditados a la administración de enfermos y cadáveres. Los actores políticos, sociales, jurídicos, económicos, de salud son invisibilizados ante una contingencia que exige repensar los instrumentos de la política económica en aras de un nuevo pacto social pos-covid19. 

La criminalización de la migración, elevada a escenarios de guerra, como se ha señalado por diversas economías en Europa y América en las últimas dos décadas es injustificable (Durand y Massey, Parrado, 2009).

El discurso político de países de llegada y tránsito migratorio toman como rehenes a las poblaciones migrantes, quienes no son enemigos, llegan a trabajar como mano de obra barata; no despojan, generan riqueza y competitividad a la economía de llegada.

Países como Inglaterra, Francia, Italia, Estados Unidos, entre otros insisten en enfrentar la llegada de migrantes no documentados con recursos económicos y militares en supuestos escenarios de guerra lo cual representa una transición brutal que no ofrece contrapeso alguno.

Los migrantes no ofrecen contrapesos, imposibilitados de enfrentar las deportaciones, las armas de la policía migratoria, no encuentran como defenderse del sistema jurídico que les encarcela; sea en la línea fronteriza México-Estados Unidos, como en el mar mediterráneo entre Italia-Grecia-Turquía. 

Los estados-nación implementan acciones jurídicas, recursos militares, policiales, económicos para financiar bardas, cárceles, muros, muerte en contra de una movilidad global migratoria que asciende a 270 millones de migrantes internacionales cuyo destino principal sigue siendo Estados Unidos, con casi 51 millones (OIM/ONU, 2019).

Los y las migrantes trasnacionales se auto-aíslan, se resguardan en silencio, se tornan invisibles por las ciudades que transitan, guardan distancia de los otros. Por ejemplo, la policía fronteriza de Estados Unidos, entre 2014 a febrero del 2020 deporto, en promedio a 105 niñas/os diariamente, quienes previamente transitaron de forma invisible territorio mexicano. 

En resumen, el drama migratorio se agudiza hasta lo más profundo en el contexto de la contingencia sanitaria, ya que para Estados-Nación éstas poblaciones son desechables. Por ejemplo, el 17 de marzo, en pleno ascenso de la pandemia en Nueva York, Donald Trump, ordeno el “desalojo y deportaciones inmediatas” de migrantes solicitantes de asilo.

Se estima en casi 25 mil migrantes centroamericanos en México.

El 1 de abril, el gobierno estadounidense amplio las “deportaciones exprés” en todo el país. Paralelamente en México, el 19 de marzo los gobernadores de Coahuila, Chihuahua y Monterrey, de forma conjunta, señalaron que “no pueden convertirse en el patio trasero de Estados Unidos”, indicándoles a los paisanos que no regresarán, que no visitarán a sus familiares en México; también señalaron que Monterrey no debería recibir vuelos aéreos que son rechazados en Estados Unidos.

En esta misma fecha, Guatemala cerro su frontera con México. No aceptando el retorno de migrantes. Lo cual, condujo a México a suspender las deportaciones de migrantes centroamericanos, paralelamente los centroamericanos detenidos en México, exigen su libertad para continuar su tránsito hacia la frontera norte. En definitiva, la contingencia sanitaria no sólo recrudece la vulnerabilidad de las poblaciones en riesgo social, exige una reconfiguración del pacto social.