Cambio climático y agua para la minería en Sonora

Hoy escribe América N. Luitz sobre el cambio climático y agua para la minería en Sonora, ¿se agudizará la falta de recursos?

América N. Lutz Ley

El noroeste de México es un foco rojo del cambio climático. En Sonora se estima un aumento de 3 a 4°C en la temperatura promedio anual para mediados del siglo y disminuciones de más de 20% en la lluvia. Dependemos de los recursos hídricos para impulsar las actividades económicas, la producción de alimentos y energía, y en general la seguridad y el desarrollo humanos. La escasez física de agua nos es familiar y ésta podría agudizarse si nuestra capacidad de gestión no solventa los impactos climáticos esperados.

En Sonora, alrededor de siete de cada 10 litros de agua concesionados son para producción agropecuaria; sin embargo, una proporción cada vez mayor se emplea en usos urbanos e industriales, entre ellos uno notable para los sonorenses es la minería. Los registros públicos oficiales no se actualizan con la rapidez y sistematicidad que nos gustaría, por lo tanto, es difícil calcular con exactitud la cantidad de agua empleada en este sector. Con todo, en 2016 las ONG CartoCrítica y Heinrich-Böll utilizaron la información oficial disponible en el Registro Público de Derechos de Agua de la CONAGUA y estimaron que la minería en el país empleaba cerca de 430 millones de metros cúbicos de agua por año. El estado con mayor consumo de agua para la minería era Sonora con casi 108 millones de metros cúbicos anuales. Yo he tratado de actualizar los datos de concesiones mineras siguiendo más o menos el mismo camino que estas ONG. Hasta 2019 estimé más de 120 millones de metros cúbicos de agua por año en Sonora y sospecho que esto es una subestimación. Aunque en términos absolutos puede parecer un volumen pequeño que produce un alto valor en el mercado, en términos relativos éste es casi el volumen que Hermosillo, con sus 800 mil habitantes, demanda anualmente.

Sin el interés de ser simplista ni de poner a la minería como un chivo expiatorio de la escasez hídrica estatal, yo me pregunto ¿qué va a pasar con nuestros pueblos, ciudades y ecosistemas regionales… qué va a pasar con la minería misma en diez, veinte o treinta años, cuando nos enfrentemos a la incertidumbre, variabilidad y creciente escasez? ¿Qué pasará cuando no sepamos con certeza cuánta agua y cuándo la tendremos disponible, al menos en un sentido de planeación a mediano y largo plazo? ¿Qué va a pasar cuando ya no sea viable tomar el agua de otras cuencas?

Con la escasez también aparece la carestía económica y el conflicto. El viernes pasado estuve en un seminario sobre extractivismo y megaproyectos (estas categorías se usan para nombrar proyectos de extracción y uso de recursos a gran escala, como las mineras, los acueductos y gasoductos, los parques de energía eólica y solar, entre otros). Una de las observaciones del seminario era que los conflictos violentos asociados a estos proyectos en México se han incrementado considerablemente, a pesar de que, supuestamente, ahora tenemos más mecanismos de participación democrática. En este contexto, creo que la pregunta más seria para los planeadores, compañías mineras y poblaciones es: ¿Estamos preparados para enfrentarnos al cambio climático?

Parece que cada grupo social tiene la ceguera temporal que producen sus ritmos de vida propios. Las compañías mineras tienen en mente la perspectiva de la vida útil de sus minas (20, 30, 40 años ¿quizás?); las autoridades tienen en mente el periodo de gobierno que les toca (3 o 6 años, si todo sale bien); y la mayoría de los ciudadanos tenemos en mente nuestro día a día (¿a dónde iremos a cenar en San Valentín?). Los cortos tiempos que consideramos al tomar nuestras decisiones, de no cambiar, nos auguran un futuro muy seco. Aumentan los usuarios y el uso, pero el volumen es igual o hasta menor. Todo mundo quiere su agua. Necesitamos sentarnos a la mesa y comenzar a prepararnos con otra perspectiva temporal en mente.

[i] Profesora-Investigadora en el Centro de Estudios del Desarrollo de El Colegio de Sonora.