La violencia como nuestro modo de ser

#ExpresoOpinión La violencia como nuestro modo de ser, escribe Sara Sefchovich

Carlos Godoy es un joven que anda en bicicleta en esta ciudad nuestra en donde hacer eso requiere de valentía porque nadie, Nadie respeta a los ciclistas (ni a los peatones, así sean niños o ancianos). Por eso, siempre que puede (es decir, allí donde lo hay), utiliza el carril confinado para ese fin.

Pero he aquí que se topa con que los automovilistas, camiones y puesteros invaden ese espacio. Y harto de eso, un día reclamó, porque el invasor era nada menos quien debe hacer cumplir la ley: un policía que estacionó su patrulla precisamente en ese lugar. Y sorpresa: la respuesta que recibió fue de agresión, de insultos, de prepotencia y hasta de golpes.

Pero a Carlos eso no lo arredró. Al contrario: tuvo la valentía y el espíritu de lucha para levantar una denuncia contra su agresor ¡en este país en el que nadie lo hace, sea por no querer pasar tanto tiempo en los trámites, sea porque tiene miedo, sobre todo como en este caso en que el agresor tiene el poder del uniforme, de la pistola, del establishment! Y sin embargo, lo hizo. Por su pura convicción de lo que debe ser, de lo que es correcto. Pero, he aquí que no pasó nada. El uniformado sigue como si nada y los carriles confinados siguen invadidos.

Quizá a usted lector le parezca que con todo lo terrible que sucede en el país, tiene poca importancia quejarse de que no se respete el carril para bicicletas, o los lugares donde dice no estacionarse, o las velocidades permitidas, o el obedecer los semáforos. Pero no lo es. Por lo que significa en términos de la violencia. Me explico: la violencia no es solamente la delincuencia o el maltrato en la vida doméstica y en la vida laboral. La violencia no es solamente el asesinato, el golpe, el insulto. La violencia es también no respetar al otro y hacer cada quien su santa voluntad, afecte a quien afecte.

Esto es tan importante, que se puede afirmar que desde allí es de donde surge la otra violencia. O, dicho de otro modo, que la violencia "grande" solo es posible cuando se ha sido educado en una cultura que tolera la violencia "chica". Y esto es lo que está sucediendo en México.

Ya he hablado en este espacio de la violencia delincuencial, de la violencia familiar, de la violencia de soldados y policías contra los ciudadanos, de la violencia de los ciudadanos contra soldados y policías y de la violencia brutal contra los animales. Pero hay también otras violencias. La semana pasada me referí a un tipo de violencia que nadie parece considerar como tal y es la que se ejerce contra los ciudadanos por la manera de funcionar y reaccionar de las autoridades. ¿Quién no se ha topado con un burócrata de "esto no se puede", con un ministerio público de "espérese, no ve que estoy ocupado", con un hospital de "así son acá las cosas"? ¿Y qué decir del funcionario que te manda a la Tapo o te dice "Chu Chu Chu" cuando le pides cuentas?

Y luego, está la violencia que ejercen los ciudadanos contra otros ciudadanos: personas que tiran la basura donde sea o no recogen la mierda de sus perros, vecinos ruidosos o agandalladores, automovilistas y ciclistas que se paran donde les da la gana, van en sentido contrario o se le van encima a los que andan en bici, caminan o cruzan las calles. Son formas de violencia que vivimos cotidianamente y que no tienen nada que ver con lo que oficialmente se considera violencia.

¿A dónde quiero llegar?

A dejar claro que la violencia no es solamente cosa de los delincuentes, de los cuerpos represores del estado o de las familias disfuncionales como muchos quieren creer, sino que está presente en nuestro modo de ser, de comportarnos con los demás y hasta de hablar.

Y si el lector no me cree, revise los comentarios que se hacen a las columnas de opinión de los periódicos, incluida ésta, para darse cuenta de que los ciudadanos dejan salir su condición violenta a la primera oportunidad, venga o no al caso.

Escritora e investigadora en la UNAM.

sarasef@prodigy.net.mx