Encarnizada lucha partidista en EU

Encarnizada lucha partidista en EU, escribe José Santiago Healy en #Actitudes

Al igual de lo que sucede en México, los políticos del vecino país del norte se han enfrascado en una lucha ideológica y partidista que no tiene cuándo terminar y que afecta seriamente a la sociedad norteamericana.

Obvia decir que no es nueva, en diversos países y en tiempos pasados esto ha ocurrido en infinidad de ocasiones lo que ha llegado al extremo de violentar la democracia con golpes de estado y guerras civiles.

La preocupante es que sucede en el país más poderoso del mundo y que ha sido ejemplo en las últimas décadas por su vida democrática y su civilidad política.

Para algunos analistas la disputa beligerante por el poder entre las fuerzas conservadoras y liberales se inició con la llegada al poder del empresario Donald Trump, quien rompió con muchos cánones de la política tradicional norteamericana.

Hay otros investigadores que hablan de un paulatino y constante distanciamiento en la manera de pensar y de vivir de los norteamericanos.

Por un lado se encuentran los sectores liberales que están de acuerdo en temas delicados como la legalización de las drogas, el aborto, el matrimonio gay, la apertura a la inmigración, el control de la natalidad, entre muchas otras acciones que configuran un estilo de vida muy especial en las grandes zonas urbanas.

En contraste existen grupos ciudadanos que mantienen las convicciones, forma de vida y los valores religiosos de la sociedad norteamericana tradicional que llevó al vecino país al crecimiento y al éxito económico.

Son familias y células sociales que no están de acuerdo en el consumo legal y desmedido de drogas, tampoco con la práctica del aborto que se extendió por todo el país a raíz de su aprobación por parte de la Suprema Corte de Justicia con el caso Roe Vs. Wade en 1973.

Rechazan además la inmigración sin controles, la legalización a la unión entre personas del mismo sexo y el gasto social excesivo, entre otras medidas.

Son dos maneras muy distintas y prácticamente en colisión que generaron grandes disputas durante el gobierno de Trump y que amenazan con extenderse durante la gestión de Joe Biden.

Esta confrontación social ha provocado el surgimiento de grupos extremistas con fines aviesos e impredecibles.

El asalto insólito al Capitolio, el emblemático edificio que alberga al Poder Legislativo norteamericano, dejó boquiabiertos a propios y extraños ante los riesgos de una parálisis de la democracia yanqui.

¿Qué hubiera pasado si estos grupos deciden plantarse en el Capitolio y bloquean la ceremonia del cambio de poderes como estuvo a punto de suceder en México en aquel conflictivo 2016?

En horas recientes se vive en Washington el exceso del sector liberal que encabeza el Partido Demócrata al emprender un segundo juicio político contra el expresidente Trump, con evidente intención política e ideológica.

Se perderán muchas horas-hombre y recursos para promover un fallo en contra del mandatario saliente, que requiere el voto de las dos terceras partes del Senado y que difícilmente se conseguirá porque los republicanos tienen en su poder la mitad de los escaños.

¿Por qué no invertir ese valioso tiempo para discutir la reforma migratoria que urge al vecino país y que no se ha logrado aprobar precisamente por esta lucha partidista estéril y encarnizada?

El presidente Joe Biden prometió gobernar para todos los norteamericanos y trabajar a fondo para lograr la reunificación de la sociedad, pero ha cometido los mismos errores que sus antecesores, esto es, tomar decisiones a diestra y siniestra con una fuerte carga ideológica.

Habrá que seguir muy de cerca la evolución de la política norteamericana porque podría servir de guía para lo que ocurre en México, en donde el Gobierno en turno se ha dedicado a dividir, enfrentar y embestir a los ciudadanos que no están de acuerdo con sus acciones.

La democracia que antes se entendía como el gobierno del pueblo, se convirtió hoy en día en el gobierno de los partidos y de sus líderes.

Noticia final…

Llamó la atención que el presidente López Obrador volara –aunque sólo por unos minutos— en un jet de la Fuerza Aérea Mexicana al trasladarse al aeropuerto de Santa Lucía… ¿Dejará de usar los vuelos comerciales para sus giras de trabajo? Por cierto, el avión presidencial Boeing 787 sigue sin usarse y costando millones a los mexicanos en su mantenimiento.