El accidentado retorno a la ‘nueva normalidad

El accidentado retorno a la ‘nueva normalidad, escribe José Santiago Healy en #Actitudes

Alguien que por favor explique con peras, manzanas y papelitos el plan del Gobierno federal para reactivar la economía y para retornar a la “nueva normalidad” como oficialmente se menciona.

Creemos que nadie está en contra de que se pongan en operación paulatinamente los sectores productivos del país, luego de dos meses de cuarentena resulta una necesidad urgente para recuperar el crecimiento de la economía.

Más todavía cuando se habla de una pérdida nacional de más de 600 mil empleos y de una caída del Producto Interno Bruto estimada en un menos 7% para 2020. Así las cosas más le vale al país y a cada una de sus regiones buscarle por todos lados para que a la mayor brevedad posible volvamos todos a nuestras actividades laborales de tal manera que se frene esta brutal caída que no se veía desde 1995.

Pero tampoco hay que acelerarse con planes alocados y desenfrenados que pueden provocar peores daños para los hogares mexicanos que hoy sufren la embestida inmisericorde del Covid-19, enfermedad que nadie conocía y que hasta la fecha sigue sin encontrarse una cura segura.

Apenas el martes México registró el peor saldo desde que la pandemia se hizo presente en el mundo al fallecer 353 mexicanos mientras que el miércoles el número total de muertos superó los cuatro mil al ascender a un total de cuatro mil 220.

Lo inquietante es darnos cuenta que el número de víctimas sigue en ascenso y más todavía escuchar de las autoridades datos como el siguiente: el 13 de mayo fallecieron por Covid-19 un total de 294 personas, pero 318 muertes más se clasificaron como sospechosas.

Suponiendo que la mitad de los decesos sospechosos fueron por coronavirus, tendríamos entonces una cifra superior a 400 difuntos lo que pondría a México al nivel de Italia, España y Francia cuando en Europa se disparaba la pandemia.

El Gobierno federal anunció un plan de apertura en varias fases que no se acaba de entender y que a todas luces pretende infundir esperanzas en el sector laboral, sin embargo todavía la pandemia en México no se ha controlado por más que las autoridades pregonen lo contrario.

Resulta muy positivo que industrias como la construcción, la minería y la automotriz que quizás nunca debieron suspender sus actividades, regresen poco a poco a la normalidad tomando todas las medidas preventivas y sanitarias necesarias.

Se aclaró que reiniciarán operaciones a partir del primero de junio y no el 18 de mayo como en principio se estableció por lo que las siguientes dos semanas serán aprovechadas para preparar al personal, las fábricas y las obras de construcción que habían sido paralizadas.

Donde no queda claro el plan de la “nueva normalidad” es en el resto de las actividades y en la división del país a través de un semáforo de cuatro colores: verde, amarillo, naranja y rojo que definirá el estatus de las actividades productivas en cada estado en base a los casos de contagios.

Por lo pronto las entidades clasificadas en rojo son la Ciudad de México, el Estado de México, Sinaloa, Baja California, Quintana Roo, Tabasco, Yucatán, Guerrero y Puebla. Se anunció además un plan para abrir la economía en breve en 269 municipios del país que no han registrado un solo contagio.

Sería más fácil, indudablemente, que el Gobierno federal decida a nivel nacional sobre las actividades que directamente le corresponden como son sus dependencias y algunas esenciales, pero deje en manos de los estados el manejo de los sectores locales, en especial el educativo, comercial e industrial.

Que los gobiernos locales coordinen la reapertura económica no es sinónimo de éxito, pero sí de que serán más cuidadosos en el proceso porque conocen mejor su campo y además asumirán la responsabilidad de manera más directa.

Ya estuvo bueno que las decisiones de este país se tomen en una conferencia mañanera desde el centro del país sin consultar a los ciudadanos ni tampoco a los gobiernos estatales y municipales. Noticia final… Doña Paloma Cordero, quien fuera esposa del presidente Miguel de la Madrid, fue una primera dama discreta, sencilla y dedicada de lleno a su familia. Deja un grato ejemplo que ojalá fuera siempre seguido por las cónyuges de los primeros mandatarios y en general de los políticos mexicano