Para qué sirven los tratados

La utilidad de la Convención de los Derechos del Niño en el marco de atentados contra niñas y niños en Sonora

Carmen Lucía Munguía

Un tratado de derechos humanos tan célebre como la Convención de los Derechos del Niño de 1989, que surgió de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que hoy por hoy es el documento más ratificado en todo el mundo, pareciera que no tiene sentido cuando leemos las noticias y nos enteramos que en Cajeme un niño de diez años defiende de sicarios a sus padres, lanzando piedras.

O cuando después sabemos que en un enfrentamiento, un grupo de sicarios acribilla a un hombre y las balas alcanzan y matan a un niño de apenas tres años de edad en el mismo municipio, Cajeme.
También, cuando en Empalme “levantan” a un joven e incendian su casa sin importar que adentro se encuentren niños de dos y siete años de edad; o cuando ocurren masacres recientes como la de la familia LeBarón y que entre las víctimas hay niñas, niños y bebés de meses de edad.

Todas estas historias de terror que son parte de nuestros días nos pudieran hacer pensar ¿para qué sirven entonces los derechos humanos, la Convención de los Derechos del Niño? Y la respuesta es: para nada.
Sí, estimado lector y lectora, los derechos humanos y todos los instrumentos internacionales que nuestro país firme para proteger los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes, no sirven absolutamente para nada, si no existen personas que estén dispuestas a hacerlos valer; si la gente no se indigna, no se consterna y no exige a las autoridades que se respeten sus derechos, y si las autoridades de todos los niveles de gobierno, en el ámbito de sus competencias no actúan en función de la obligación constitucional de respetar, proteger, promover y garantizar los derechos humanos.

Es realmente imperante que se haga algo para que la atrocidad que vivieron los niños LeBarón jamás se repita. Para que ninguna niña, niño o adolescente vuelva a ser víctima de grupos del crimen organizado, para que las venganzas no alcancen a inocentes.

Al escribir esto, lector, lectora, se me viene a la mente una gran profesora chilena a la que un día le cuestioné en clase de Niñez y Política Pública: ¿De qué sirve la Convención de los Derechos del Niño? Ella me respondió sin titubear, tajante: “De nada, si no hay quien la haga valer”. Años más tarde, aquí estoy, dándole la razón. Y es que definitivamente nos toca a todos y todas, hacer valer instrumentos tan importantes como la Convención de los Derechos del Niño, darle sentido. Es una obligación humana, moral. Usted, ¿qué opina?

La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública. Maestra de Derechos Humanos en la Academia de Policías de Toluca, en el Estado de México.