José Ángel, uno de los pocos carteros que aún quedan en Guaymas
Antes de las redes sociales, el envío de cartas a través del servicio postal era lo común a la hora de comunicarse a distancia.
Cuando el teléfono celular y el internet se unieron en un solo dispositivo, comenzó el declive del servicio postal, ya que las personas optaron por usar las redes sociales como una vía de comunicación más rápida, y actualmente Correos de México se centra en entrega de paquetería, notificaciones de cobros, juicios y otros asuntos que distan mucho de la alegría que provocaba el recibir un sobre con noticias e historias de familiares, amigos, pareja, o una postal enviada desde algún país lejano.
Alrededor del año 2011 se popularizaron los teléfonos inteligentes, y en poco tiempo los mensajes a distancia fueron absorbidos por este medio, mientras que los costales llenos de cartas (algunas perfumadas) en las oficinas de correos pasaban a ser un recuerdo.
En Guaymas hay 14 carteros del Servicio Postal Mexicano, y uno de ellos es José Ángel Peña Chávez, que se inició en el oficio en el año de 1999, una época en que había mucha comunicación afectiva mediante cartas, postales, tarjetas navideñas, además de las afores de todos los bancos (hoy sólo entregan de dos instituciones).
“Uno entregaba la correspondencia con gusto, éramos parte de la alegría de la gente, ellos esperaban las cartas escritas a mano y postales de muchas partes del mundo, entregué algunas de Rusia, de Grecia, escritas con letras que uno no identifica, ahora es lo contrario, nos ven llegar y se molestan porque les llevamos puras notificaciones de cobros, ya no nos ven con gusto, de hecho se enojan”, relató.
Mientras acomodaba su bicicleta afuera del Palacio Municipal, José dijo que uno de los momentos más especiales del año era la víspera de la Navidad y el Año Nuevo (seguida por el Día de las Madres) porque llegaban cartas y tarjetas “por montones”, muchas de estas con música navideña que sonaba al abrirlas y llenaba de emoción al destinatario, aunque al llevarlas en la canasta de la bicicleta, estas se activaban con el movimiento, y el sonido les acompañaba al lugar en que anduvieran, a veces en los cerros librando las persecuciones de los perros, que según contó, a todos sus compañeros mordieron o les rasgaron la ropa.
2001-2002, la época del Ántrax
En las semanas posteriores al ataque terrorista al World Trade Center, ocurrido 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, varios medios informativos de Estados Unidos y dos senadores, recibieron cartas que contenían esporas de carbunco (Antrax), una sustancia tóxica que según el registro oficial afectó a 22 personas y cinco de ellas murieron.
La alerta se extendió por el mundo entero, y México, un país que recibía una fuerte cantidad de paquetes y cartas de la Unión Americana, vivió un pánico colectivo por varios meses, y aún cuando aquellos envíos tenían meses de haber terminado, el miedo seguía en los hogares y centros de trabajo.
“Nos recibían la correspondencia con desconfianza, más si venía de Estados Unidos, la agarraban con la punta de los dedos o nos decían: ahí déjalo ahí déjalo, porque creían que venían contaminadas, la verdad es que cuando llegaban los sacos, hasta nosotros los carteros sentíamos miedo”, platicó.
Al margen del temor que generó el Ántrax y el inevitable acoso de los perros en las colonias, durante los primeros años de trabajo José Ángel no tuvo malas experiencias, pero sí algunas sorpresas extrañas, como la ocurrida una mañana de Carnaval, cuando abrió un buzón en la calle 16 y le saltó una iguana que alguien encerró intencionalmente para asustarlos, y en otra ocasión llegó a su casa con un oso de peluche que una mujer enojada con la persona que le mandó el regalo no quiso recibirlo, aventándolo al cartero mientras le decía: "¡Quédese con el mono, lléveselo ya, se lo regalo!"
“La verdad me gusta mucho mi trabajo, sería ingrato decir que no después de 23 años de recorrer todo Guaymas, la parte que no me gusta es que la gente se ponga agresiva, uno hace esfuerzo para subir a los cerros, nos corretean perros, y nos critican cuando agarramos un palo para espantarlos (no para golpear), nos regañan a nosotros pero no los encierran, también hay problemas si les llegan los recibos de la luz muy altos o con adeudos, a veces creían que íbamos a cortarles la luz porque verificábamos el recibo con el medidor, y decían que si qué teníamos que andar revisando, ellos creían que andábamos viendo quién se roba la luz”, contó.
¿Podría extinguirse?
La disminución del trabajo en el Servicio Postal Mexicano es una circunstancia que ya se tenía anticipada, y José Ángel, al igual que sus jefes sabían que eso iba a pasar, más al masificarse el uso del Whatsapp, provocando que de 24 carteros que este municipio tuvo en 1999, hoy sólo quedan 14. Algunos se jubilaron o cambiaron de trabajo, pero sus plazas no se volvieron a cubrir, por lo que los empleados temen que esa disposición continúe hasta que no quede ninguno, pero aún no hay nada escrito.
El pasado mes de agosto en Guaymas trascendió el mal momento que pasó Don Raúl Zayas, un adulto mayor que fue a las oficinas del correo para enviarle una carta al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, solicitando mejoras para la ciudad, pero lo atrapó una tormenta que dejó su carta remojada y el carro averiado en la calle 20.
Para Don Raúl no es extraño mandar ni recibir cartas, pues así como él, sobrevive un grupo de personas mayores que acostumbran escribir "a la antigua", y según lo dicho por José Ángel, el grupo es tan reducido que al mes llegan cuando mucho 10 cartas, detalle que causa sorpresa y ternura en la oficina, y cuando los empleados ven alguna carta no pueden evitar levantar el sobre y decirle a sus compañeros: "¡Miren esto, llegó una carta escrita a mano!"