¿Túneles subterráneos en Hermosillo? La verdad detrás de la leyenda

El cronista municipal, Ignacio Lagarda Lagarda, nos cuenta la verdad detrás de la conocida leyenda en la capital de Sonora.

El misterio de los supuestos túneles subterráneos en Hermosillo ha intrigado durante siglos a diversas generaciones de habitantes en la ciudad. Sin embargo, el cronista municipal, Ignacio Lagarda Lagarda, ofreció en una entrevista con EXPRESO una perspectiva muy diferente de la leyenda, relatando la verdad detrás de este enigmático pasaje.

"En el siglo XVIII o XIX, el agua en Hermosillo se suministraba a través de canales, ya que las tuberías modernas no existían en esa época. El gobierno construyó tres canales conocidos como acequias, donde se juntan el Río San Miguel y Río Sonora”, explicó Lagarda.

Indicó que uno de estos canales corría a lo largo del río, al pie del Cerro de la Campana, y llegaba hasta la actual calle Serna, donde su agua continuaba su recorrido hasta el Chanate.

El segundo canal, según el cronista, atravesaba la parte norte del Cerro de la Campana y pasaba cerca del Parque Infantil, siguiendo entre las calles Chihuahua y Serdán.

Señaló que este proporcionaba agua para uso doméstico y regaba las plantas de la Plaza Zaragoza antes de continuar hacia el poniente y cruzar frente a la Iglesia de San Antonio, donde posteriormente se unía con la acequia del Chanate.

"La tercera acequia surgía en la parte norte de la ciudad, cerca de lo que hoy es el bulevar Luis Encinas. Pasaba por la calle Doctor Noriega, continuaba por la parte norte del Jardín Juárez y se dirigía hacia el norte, donde terminaba. Estos canales eran vitales para el riego y el abastecimiento de agua en la ciudad durante ese período", detalló.

Acequias fueron selladas

Sin embargo, entre 1931 y 1934 se instaló el sistema de agua entubada en Hermosillo, que todavía se utiliza en la actualidad, provocando que las acequias cayeran en desuso y se convirtieran en focos de basura y malos olores.

"Fue entonces cuando el gobernador Rodolfo Elías Calles tomó la decisión de encementar estas antiguas acequias, sellándolas para evitar la vista desagradable y los malos olores que emanaban de ellas".

Lagarda aclaró que cuando se cubrieron las acequias con cemento, dejaron un espacio hueco en su interior, lo que dio origen a la leyenda de los túneles subterráneos, donde se narra la creencia de que un obispo había ordenado la construcción de dichos pasajes para que las monjas se trasladaran de un santuario a otro.

"Ningún obispo en el siglo XIX hubiera tenido los recursos ni la autorización del gobierno para llevar a cabo tal empresa, ni tendría sentido que un obispo mandara a hacer esos túneles para que las monjas pudieran caminar entre la Capilla del Carmen y la Catedral”, subrayó.

La verdad detrás de esta historia, según el cronista, es que se trata de una fantasía, como muchas otras leyendas que han perdurado en el tiempo en la ciudad.