‘Ya no puedo más’, el Presidente en su laberinto
‘Ya no puedo más’, el Presidente en su laberinto, escribe Salvador García Soto en #SerpientesYEscaleras
Nunca, ni en sus peores pesadillas, Andrés Manuel López Obrador se imaginó que llegaría a su cuarto año de gobierno con una situación tan complicada y caótica para él y para el país. Si la pandemia del Covid y su desplome económico le cortó las alas a su proyecto y marcó negativamente a sus primeros tres años de gobierno, con la caída histórica de la producción, la inversión, el empleo y el consumo en el país, ahora una guerra en Europa del Este, con ramificaciones y consecuencias aún impredecibles para la estabilidad mundial, amenaza con ahondar la crisis económica global y generar repercusiones en México que complicarán los últimos dos años de su gobierno.
A López Obrador un escenario como el que se está presentando en el mundo le afecta porque su liderazgo político, que tiene una vocación eminentemente doméstica, se achica cada que se le plantea un escenario internacional. Ya en la pandemia vimos cómo el gran líder social y carismático fue incapaz, no sólo de pararse al frente de la emergencia sanitaria que ha cobrado la vida de cientos de miles de personas y conducir adecuadamente la estrategia de salud para toda la República, sino que tampoco supo mostrarse empático ante la desgracia, el dolor y las afectaciones económicas que esta enfermedad le trajo a los mexicanos.
Por eso la guerra entre Rusia y Ucrania, que amenaza con extenderse no es una buena noticia para nadie y menos para el presidente López Obrador, quien no fue ya, ni lo será en lo que resta de su mandato, un estadista o un líder con tamaño y presencia internacional. Será y ha sido, en todo caso, un líder social y carismático que pasó de ser antisistémico y algo disruptivo y de concitar una expectativa de cambio en 30 millones de votantes, a reducir y empequeñecer su liderazgo y también su base de apoyo social. En la medida que se radicalizó cada vez más y que despreció y abandonó a las clases medias, a los pequeños y medianos empresarios, a las víctimas de la violencia, a los científicos, a los estudiantes, a las mujeres, a los niños con cáncer y a cualquier otro sector que no le profesara lealtad ciega, Andrés Manuel se volvió más el líder de una secta que de un país.
Hoy en su cuarto año de gobierno y enfilándose al quinto año del inicio del ocaso, Andrés Manuel López Obrador no es, con mucho, el Presidente que muchos pensamos que sería ni su gobierno resultó ser lo que ofrecía. El hombre que dijo ser diferente, no aniquiló al viejo régimen sino que restauró a la Presidencia casi imperial y autoritaria en detrimento de los derechos ciudadanos y ha quemado su liderazgo en infiernitos, pleitos sin ton ni son, ocurrencias, caprichos y dislates.
"Ya no puedo más, cierro mi ciclo y me retiro", les dijo López Obrador el jueves a un grupo de reporteros que lo seguían en un recorrido por el Palacio Nacional, en una frase que describe y dibuja a la perfección el estado de ánimo del Presidente, pero también el de una sociedad y un país que está empezando a percibir un desgobierno y un caos por la ausencia de autoridad y de estado de Derecho en la República, y eso combinado con los escenarios que se vienen en el mundo no parece algo bueno para los mexicanos.
Dice un buen amigo y analista político que "en política no basta con tener la razón, hay que tener un poco de suerte". Si López Obrador tuvo en algún momento la razón, hoy está claro que la ha extraviado y, lamentablemente para él pero sobre todo para el país, la suerte también parece haberle abandonado. Si la pandemia y su sacudida global nos agarró mal parados en el sistema de salud y sin una estrategia clara y eficiente del Gobierno federal para enfrentarla, ahora la guerra regional que amenaza al mundo, nos llega en un momento en que el país está convulsionado, el Presidente descolocado y descompuesto, y la sociedad cada vez más dividida y confrontada… Los dados mandan Escalera Doble. Semana incierta y de noticias duras.