¿Y si en vez de al Tren Maya, le hubieran invertido al tren naranja?

¿Y si en vez de al Tren Maya, le hubieran invertido al tren naranja?, escribe Salvador García Soto en #SerpientesYEscaleras

La tragedia del Metro de la Ciudad de México, con su cuenta letal que subió a 25 muertos, representa la mayor crisis política y social que haya enfrentado el presidente Andrés Manuel López Obrador y su 4T.

Porque la trabe que se colapsó, golpea también por todos lados al gobierno lopezobradorista: primero porque ocurre justo  en el corazón y principal bastión político del lopezobradorismo que es la Ciudad de México; segundo porque ocurre en una de las zonas más populares y pobres de la capital; tercero porque afecta, con muertes, heridos, dolor y angustia a la población más vulnerable que utiliza el Metro y que son la base más importante de votantes y seguidores del Presidente.

Y cuarto porque  esa trabe colapsada también cayó sobre los dos aspirantes más importantes a la sucesión de 2024 y los dos más cercanos a López Obrador: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, además de alcanzar también al dirigente nacional del partido Morena, Mario Delgado, por su papel como financiero de la Línea 12.

El daño que ese accidente puede causar a la 4T aún es incuantificable; depende mucho de la rapidez y efectividad con que actúe el gobierno de la CDMX. De entrada, uno de los efectos colaterales del derrumbe mortal es que también exhibe al proyecto lopezobradorista y sus prioridades en materia de infraestructura: porque en vez de invertir en un proyecto urgente de revisión, reparación, mantenimiento y modernización de la infraestructura del sistema de trenes naranja, el Presidente prefiere gastar 156 mil millones de pesos en un Tren Maya cuestionado por especialistas y comunidades, tanto en su impacto ambiental como en los beneficios reales que traerá al turismo.

El otro tema que desnuda y exhibe la trabe colapsada es si la “austeridad republicana” del Presidente ha sido bien entendida y aplicada, o si en nombre del “ahorro de recursos y presupuesto” que tanto pregona y presume el Presidente, no terminaron cometiéndose excesos y se tomaron decisiones equivocadas que están costando demasiado a los mexicanos, incluidas vidas humanas en casos como el de niños con cáncer que no tienen medicamentos ni tratamientos en hospitales públicos, como en recorte a programas de mantenimiento al transporte masivo más utilizado

en el país, que en menos de 1 año ha vivido incendios, choques de trenes, inundaciones y ahora derrumbes.

Porque además no hay manera de que López Obrador culpe al “neoliberalismo y sus excesos” de lo que sucedió en la Línea 12 del Metro.Él y su grupo político llevan ya casi 30 años gobernando la Ciudad de México y han sido los responsables directos no sólo de la construcción y operación de esa línea colapsada, que desde su origen recibió cuestionamientos, investigaciones y auditorías por señalamientos de corrupción, errores y deficiencias en su diseño y en los materiales y tipos de trenes comprados para operarla, sino de la operación y mantenimiento de todo el Sistema de Transporte Colectivo, el más grande que existe en el país, que heredaron directamente de los gobiernos priistas.

Todo lo que se ha hecho o se ha dejado de hacer en las 12 líneas del Metro pasa por los gobernantes y personajes de ese grupo que nació en el PRD y ahora se aglutina en Morena.

López Obrador no ha reaccionado bien ante la que puede ser una de las crisis más fuertes y costosas para su gobierno y su proyecto político. Está más ocupado en descalificar a la prensa

nacional y extranjera y en gruñirle a sus críticos, que en mostrarse sensible y cercano al dolor de las víctimas y sus familias.

El accidente trágico del Metro de la CDMX, por causas que tienen más que ver con errores de construcción, corrupción en la compra de materiales y descuidos en la revisión y falta de mantenimiento, sucede a un mes de las mayores votaciones en México, donde hay mucho en juego para López Obrador y su proyecto político, y sus efectos aún son imprevisibles, sobre todo por la forma soberbia y egocéntrica en que está actuando el Presidente…Los dados mandan Serpiente. Descendemos.