¿El hoyo de dona o de Donald?

"¿El hoyo de dona o de Donald?", escribe Salvador García Soto en #SerpientesyEscaleras

Convertido en el mandamás del mundo, imponiendo sus aranceles para amedrentar países y reclamando, con un discurso expansionista, territorios, canales y mares para su "América Grande", el presidente Donald Trump dista mucho de ser sólo un barbaján descontrolado y detrás de su estilo golpeador y pendenciero, hay toda una estrategia para tratar de imponer sus visiones proteccionistas en la economía, antiinmigrantes en su política interna y antiglobalizadoras, como parte de su estrategia para recuperar el liderazgo estadounidense en la agenda mundial.

Por eso muchas de sus ideas, que parecen por fuera simples ocurrencias, deben revisarse con cuidado. El nuevo Trump, empoderado y engallado por su popularidad interna y externa, no es para nada el presidente de su primer periodo y hoy tiene, además de una agenda política marcadamente de ultraderecha, toda una estrategia para cumplir todos y cada uno de los objetivos que se trazó en su reconquista del poder y tiene prisa por lograrlos, sabedor de que le quedan sólo tres años y poco más de 11 meses para aterrizar todos sus planes.

Entre esas ideas alocadas que muchos han desestimado, aduciendo que no pasa de ser un tema anecdótico y que él puede inventarse los nombres que desee, está su decisión de cambiarle el nombre al Golfo de México para denominarlo ahora Golfo de América. México, que es el primer país involucrado y afectado con esta decisión, ha respondido sólo con retórica historicista y con cierto desdén, aduciendo que el nombre original del Golfo compartido fue establecido por la ONU y no puede modificarse, más allá de que Estados Unidos le llame como quiera a la parte de aguas patrimoniales que le corresponde en esos mares.

Pero detrás del inocente cambio de nombre hay todo un plan de Donald Trump relacionado con su promesa de volver a convertir a su país en una potencia petrolera, extrayendo petróleo del subsuelo y de cualquier yacimiento que le pertenezca a Estados Unidos para volver a petrolizar su economía y dejar de depender de las importaciones extranjeras que hoy realiza de Venezuela, Canadá, México y Colombia, países a los que compra el crudo para refinarlo y procesarlo en su territorio.

De acuerdo al Tratado de Límites Marítimos entre los Estados Unidos de México y los Estados Unidos de América, que los dos países firmaron en 1970, los mares patrimoniales de ambas naciones están claramente establecidos tanto en el Golfo de México como en el Océano Pacífico e incluyen el mantenimiento de los ríos Bravo y Colorado como la frontera natural entre los dos estados.

Según ese tratado, en el caso del golfo 60% del cuerpo de las aguas patrimoniales y de la zona económica pertenece y le corresponde a Estados Unidos, mientras que México sólo es dueño de 30% de aguas patrimoniales y a Cuba le queda 7%. El territorio marítimo restante se considera en dicho tratado bilateral como "aguas internacionales". Y es ahí donde se ubican las mayores reservas petroleras establecidas en los llamados Hoyos de Dona, que son las reservas de las que quiere apropiarse Donald Trump.

El Hoyo de Dona está considerado como la tercera reserva petrolera más importante del mundo en aguas profundas y hasta ahora México apenas ha explotado una mínima parte de lo que le corresponde, por la falta de tecnología avanzada y costosa para perforar en aguas profundas, mientras que Trump la quiere de manera exclusiva para sus planes de volver a la extracción petrolera y a la generación de combustibles fósiles como prioridad energética de su administración.

Durante la reforma energética del presidente Peña Nieto, aprobada por mayoría en 2013 por el Congreso mexicano, la posibilidad de explotar los Hoyos de Dona en la parte mexicana atrajo de inmediato a China, que ya se habían acercado y obtenido contratos en el gobierno peñista y que ofrecieron su tecnología de punta y una propuesta de mil millones de dólares para capitalizar a Pemex y asociarse con ellos para explotar la parte de las reservas que pertenecen a México.

Pero en 2015 el Gobierno de Estados Unidos se opuso terminantemente a la participación de los chinos en la explotación de las reservas mexicanas en el golfo y presionó a Peña Nieto para que se alejara de ellos. A tal grado fue la molestia de la administración Obama que obligaron al Gobierno mexicano a ordenar la cancelación del proyecto del Tren México-Querétaro que ya había sido asignado a la China Railway Company, que construiría la obra asociada con empresas mexicanas y la administración de Peña Nieto tuvo que pagarle a las compañías del Gobierno de China una indemnización de 16 mil millones de dólares por la cancelación.

Todo eso es lo que está detrás de la aparente ocurrencia de Donald Trump de cambiarle el nombre al Golfo de México y llamarlo ahora "de América". Porque al final Estados Unidos sí tiene la tecnología para extraer todo el petróleo que está guardado en el Hoyo de Dona, incluida la extracción de lo que no esté en su territorio marítimo y se consideren aguas internacionales, al final en el fondo marino no hay fronteras ni líneas divisorias.

Tal vez entonces, como Google que ya anunció que cambiará el nombre del Golfo mexicano en sus mapas y plataformas, por actualización de información del Gobierno estadounidense, ahora habrá que renombrar al Hoyo de Dona, con toda su riqueza petrolera guardada en el fondo del mar, como "El Hoyo de Donald"… Ruedan los dados. Cayó Escalera.