Que siempre no se va
"Que siempre no se va", escribe Salvador García Soto en #SerpientesyEscaleras
Cuando ya muchos lo hacían en su pequeño paraíso tropical, abrazando a los árboles y hablando con las aves, el presidente López Obrador, a cinco días de que termine su mandato, cambió de parecer y dijo que ya no se irá de inmediato, en cuanto entregue la banda presidencial a su sucesora Claudia Sheinbaum este primero de octubre, y que se quedará por un tiempo en la Ciudad de México "en lo que me aclimato", por lo que le pidió a la gente en Palenque, donde se ubica su rancho "La Chingada", que no lo esperen, porque no sabe cuándo llegará.
La declaración del mandatario saliente sobre su permanencia en la capital del país, coincidió con el desaguisado diplomático con el que se estrenó la presidenta electa Claudia Sheinbaum en materia de política exterior, al haber desairado intencionalmente al Rey Felipe VI de España, a quien no le mandó invitación oficial para su toma de protesta, lo que provocó una airada reacción diplomática del gobierno español, que reprochó como "inaceptable" la actitud de la nueva mandataria mexicana que, prácticamente, desconoció la autoridad de Jefe de Estado que la Constitución de España le concede al monarca.
Y, como casi todo lo que hace y dice Andrés Manuel, no es casualidad que ambos hechos hayan coincidido, ni su decisión de posponer su partida hacia "La Chingada", ni el que Sheinbaum haya decidido hacer suyo el diferendo con el Rey de España por lo que ella considera una "ofensa no al Presidente, sino al pueblo de México", al no haberse dignado Felipe VI a responder siquiera la carta que en el 2019 le mandó el mandatario mexicano pidiéndole una revisión del tema de la Conquista y una disculpa de la Corona española por "las atrocidades, masacres y abusos cometidos durante la conquista de México".
Porque fuentes directas del equipo de la doctora nos aseguran que si bien fue decisión de ella no mandar la invitación al Palacio de la Zarzuela, donde vive y despacha Felipe VI, la petición para que lo hiciera fue personal del presidente López Obrador. Y cuando ella lo discutió con su equipo de Relaciones Exteriores, que encabeza el próximo canciller Juan Ramón de la Fuente, éste y sus demás asesores estuvieron de acuerdo en que se tenía que respaldar a López Obrador y cobrarle al Rey español el desaire y la descortesía que él tuvo hacia el mandatario mexicano al no dignarse siquiera a responder negativamente a su petición.
Es decir que, como en muchos otros casos ha sido evidente, por ejemplo, la Reforma al Poder Judicial donde ella primero dijo que quería "darle su tiempo" y que no había prisa por discutirla, y luego tuvo que cambiar de opinión, tras el reclamo público de AMLO y aceptar la aprobación atropellada, desaseada y cuestionada de dicha reforma, en el escándalo diplomático que volvió a tensar la relación con España, también estuvo metida la mano de López Obrador.
Cada vez es más claro que la futura Presidenta sigue siendo, hasta ahora, rehén de los designios, caprichos y decisiones de López Obrador. Si bien ella coincide en muchas de sus posturas y, como en este caso, también ha sido partidaria del "revisionismo histórico" en temas que tienen que ver con el México prehispánico y la Conquista, lo que resulta incomprensible para muchos mexicanos es que, aún antes de empezar a ejercer el poder, la doctora Sheinbuam empiece a hacer suyos los pleitos, agravios y resentimientos que dejará en el camino, por cientos sino es que miles, el presidente López Obrador.
Porque todavía el lunes, cuando ya les habían avisado desde España que venía el comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores con la molestia y el extrañamiento por haber ignorado al Jefe del Estado español en su invitación, Sheinbaum pidió hablar con el presidente Pedro Sánchez. Ella salía de un evento con el Presidente en Matamoros y a través de la canciller Alicia Bárcena, hubo una llamada telefónica hasta Nueva York, donde Sánchez asistía a la Asamblea General de la ONU, y personalmente la Presidenta electa mexicana le pidió que reconsideraran su posición, a lo que el mandatario español le contestó amistoso, pero tajante: "La Constitución define que el Jefe del Estado es el Rey de España".
Por eso en el equipo de Sheinbaum ya sabían del comunicado español y se prepararon con la carta con la que respondió la Presidenta en redes sociales y los discursos con los que ayer justificó el que parece ser su primer tropiezo en política exterior, aún antes de sentarse en la famosa silla del Águila. Y ahora que sabemos que al final no fue totalmente una decisión suya, sino otra petición de López Obrador, a quien ella quiso complacer y defender, la pregunta obligada es ¿hasta cuándo la Presidenta seguirá asumiendo y haciendo todo lo que le pida su antecesor? Y de la respuesta a esa pregunta depende saber si será una Presidenta autónoma o si lo que viene después del 1 de octubre, es el nuevo Maximato, versión siglo XXI.. .Los dados repiten Escalera Doble. Subida automática.