Pánico en Madrid

Pánico en Madrid, escribe @SGarciaSoto en #SerpientesYEscaleras.

La escena que nos describen desde la capital española no se refiere a las reacciones populares ante los nuevos confinamientos obligatorios por el Covid; se refiere más bien a un tipo de pánico distinto: el que experimenta el expresidente Enrique Peña Nieto por las noticias que le han llegado desde México, en las que se cierra el círculo para una posible acusación en su contra, ya no sólo por el tema de Emilio Lozoya y el financiamiento ilegal de Odebrecht a su campaña, sino también por el anuncio de que otro Emilio, Zebadúa, será testigo protegido y hablará de cómo se instrumentó y ejecutó en su Gobierno el saqueo millonario del presupuesto federal a través de la llamada “Estafa Maestra”.

Las declaraciones de esos dos Emilios han puesto muy angustiado a Peña Nieto, quien desde su lujosa mansión en La Finca, en Pozuelos de Alarcón, ha comentado a sus amigos cercanos -los pocos que aún lo buscan- que “le preocupa seriamente” lo que pudiera declarar en su contra el exoficial mayor de la Sedesol y la Sedatu en su Gobierno, Emilio Zebadúa González, quien le pidió a la FGR el beneficio de un criterio de oportunidad (lo mismo que convertirse en testigo colaborador) a cambio de revelar cómo se le ordenó desde Los Pinos y desde la oficina de su dos veces jefa, la secretaria Rosario Robles, ejecutar las contrataciones fraudulentas a universidades públicas e institutos estatales para sacar dinero del erario y mandarlo a las campañas del PRI.

“Está apanicado, aterrado y ya se quiere mover de Madrid porque teme que haya acusaciones en su contra”, nos dijo la fuente cercana al expresidente, que insistió en que, a pesar de que el tema de Lozoya ya lo tenían analizado y estudiado jurídicamente, para combatir judicialmente los argumentos y las imputaciones de su exdirector de Pemex, ahora la irrupción de Emilio Zebadúa como posible testigo colaborador de la FGR le puede complicar las cosas al exmandatario, que siente que hay una consigna desde Palacio Nacional para que procedan en su contra.

Las declaraciones que rinda Zebadúa sobre las operaciones de contratos simulados en Sedesol y Sedatu, para obtener recursos que presuntamente se usaban para financiar al PRI, involucrarían directamente al expresidente y podrían también apuntar a Videgaray, pues al final era él quien desde Hacienda autorizaba los pagos y las operaciones.

El pánico de Peña Nieto ante estas investigaciones es directamente proporcional al que siente Luis Videgaray desde Boston, ante la confirmación de que sí hay una orden de aprehensión en su contra, según lo confirmó ayer la Fiscalía General de la República que incluso desmintió al presidente López Obrador, al negar que ningún juez les haya notificado hasta ahora la negativa o el rechazo de esa solicitud de aprehensión.

La existencia de esa orden en contra de Videgaray explica por qué reaccionó tan virulento cuando en esta columna publicamos que estaba buscando, a través de empresarios israelíes amigos suyos, una posible residencia legal en Israel, ante el temor de que hubiera alguna acción judicial en su contra.

Y mientras Peña y su exhombre fuerte se muestran angustiados, la que está más que molesta y acusa “traición y abandono” del expresidente al que tanto defendió y apoyó es Rosario Robles, quien desde prisión no deja de hablar de las traiciones en su contra, primero por Peña que se olvidó de ella y la dejó sola, y ahora, al parecer, por su otro hombre de confianza Emilio Zebadúa, quien declararía como testigo colaborador en su contra.

Es la historia de Rosario y las traiciones de los hombres en los que confía.

Por lo pronto, en un análisis interno en el Gobierno de López Obrador, se concluyó que no había muchos elementos jurídicos y legales para acusar a Luis Videgaray, pero lo que sí hay, se dijo, es intención y voluntad política para procesar al poderoso exsecretario, como un “paso necesario y obligado” para llegar al expresidente Peña Nieto.

Lástima que a estas alturas ya no hay quién le pueda decir a Peña y a Videgaray “calma, que no cunda el pánico”.