El gran engaño
"El gran engaño", escribe Epigmenio Ibarra en #Itinerarios
Quien marche este domingo, por más que de rosa se vista y por más también que se diga parte de “una marea” ciudadana y aparentemente incontenible, lo hará en defensa de los colores de dos partidos políticos tradicionales: el PAN y el PRI que, en pleno proceso de descomposición ideológica y moral, tienen -después de haberle hecho tanto daño a México- los días contados.
De perdedores, coléricos, resentidos e ingenuos dispuestos a seguir comulgando con ruedas de molino será la concentración. Víctimas de una “ceguera epistémica ante los hechos” dispuestos a seguir embarcados en “una idealización de lo imaginario”, como dice Hanna Arendt en su ensayo sobre la mentira política, continuarán “cediendo el paso a la construcción de una realidad alternativa”.
Xóchitl Gálvez seguirá siendo, en esa otra realidad, para ellas y ellos que son legión, la “candidata ciudadana” y al sentirse multitud que se toma las calles creerán de nuevo -pese a que la representante del PAN y del PRI viene en picada desde hace semanas y de eso dan testimonio todas las encuestas serias- que la hidalguense ganará la Presidencia.
Se mentirán así unos a otros, les mentirán, aprovechando su entusiasmo dominical, los mismos “lideres de opinión” y los mismos medios de comunicación masiva que desde hace años les mienten.
A punta de montajes, mensajes y noticias falsas, viles calumnias y mentiras como a un manso rebaño los conducen, los llevan donde quieren.
Lo mismo convencen a los más ilustrados que a los más lerdos. Cae en la trampa del WhatsApp, del chisme, del documento apócrifo tanto el potentado como su empleado más humilde; “cerrarán las iglesias”, “prohibirán la propiedad privada”, les mienten y lo creen.
Le hacen sentir así miedo a quien todo lo tiene y a quien tiene muy poco.
La democracia corre peligro, les dicen y se alarman; México se hunde, les gritan y, sin que el agua les moje siquiera los pies, ya sienten que se ahogan.
Desde el púlpito y los escritorios de los presentadores de noticias de radio y TV les es revelada, sólo a ellas y ellos los conservadores, la verdad absoluta.
Transmiten los columnistas e intelectuales los dogmas de esa fe antilopezobradorista, heredera por cierto del más rancio y anacrónico anticomunismo, que multiplican los troll centers y las granjas de bots en las redes sociales.
Desde su soberbia, ellas y ellos que creen que todo lo saben, pontifican: ganará Xóchitl y no alcanzarán los postes del alumbrado público para colgarnos a quienes a ella nos opusimos.
Privilegiados, al fin de cuentas, unos más otros menos, son por eso crédulos. Beneficiarios de la corrupción de ese viejo régimen que, usando a Xóchitl, pretende volver por sus fueros son, en realidad, sólo unos cuantos; víctimas de la misma son la inmensa mayoría.
Las y los conservadores, a diferencia de la gente del pueblo que, como decía León Felipe, “ya se sabe todos los cuentos”, están ahí, de nuevo, dispuestos a votar por sus verdugos como, durante décadas, lo hicieron.
Listos a uncirse al yugo -y a extender la mano- están también los más ilustres de los intelectuales, los más influyentes de los líderes de opinión, aunque tengan que volver a cerrar la boca porque se les paga o a decir solamente lo que se les ordena.
Crecerá la marea rosa y más pronto que tarde volverá el mar a su cauce.
Con Xóchitl, con el PAN y el PRI se hundirán en el descrédito y en el olvido quienes defendieron a estas viejas estructuras corruptas a capa y espada y trataron a todo trance de destruir a Andrés Manuel López Obrador y de cerrarle el paso a Claudia Sheinbaum y al movimiento de Transformación; una nueva disputa por una audiencia consciente e informada les sacará de la jugada.
Terminará así de morir lo viejo, se acabará el gran engaño y con nuestros votos, este 2 de junio, emprenderemos las y los mexicanos la construcción de un país más justo, más democrático, más igualitario y que en libertad se transforma.