El Unabomber y la sociedad industrial: la anatomía del terrorismo
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Últimamente la palabra "terrorista" se utiliza por toda clase de actores para nombrar a casi cualquier clase de violencia. Se usa el término para nombrar a "mi enemigo", lo mismo para denominar un ataque militar que forma parte de una guerra, un bombardeo aéreo o una masacre, que a manifestantes que rompen vidrios o pintan monumentos. Pareciera que si la violencia "causa terror" es sujeta a ser llamada por el rival como "violencia terrorista". El problema es que cuando un término deja de delimitar lo que sí abarca de lo que no abarca y puede significar "cualquier cosa", entonces ese término deja de tener sentido. Hace unos días murió el Unabomber, una persona que perpetraba actos terroristas que podríamos llamar clásicos o típicos. De ello hablamos hoy.
El terrorismo no es cualquier clase de violencia que causa terror, sino violencia cometida contra civiles, pensada y premeditada PARA causar terror, pero en terceras personas, aquellas que no necesariamente viven el evento, sino que tienen contacto con la narrativa del mismo. Alguien se los cuenta: voces, fotos, videos, noticias, redes. Eso coloca en estado de conmoción a esos terceros, muchos de quienes se sienten víctimas en potencia, y así, psicológicamente afectados, reciben el mensaje que es enviado por la persona o grupo perpetrador. El terror es entonces un vehículo usado para alterar decisiones y conductas (de esos terceros) quienes ahora se sienten presionados o ejercen presión sobre dirigencias o actores sociales.
Así, el terrorismo resulta eficaz no en la medida en que consigue daños materiales o muertes, sino en la medida en que el perpetrador logra comunicar sus metas (políticas o ideológicas) de mejor manera, a más gente y más rápidamente; en la medida en que logra afectaciones psicosociales que ocasionan cambios de conducta o que impactan decisiones.
Ese es justo el caso del Unabomber, Theodore Kaczynski, un prodigio matemático, graduado de Harvard cuyas decenas de atentados entre 1978 y 1995, mataron a tres personas e hirieron a 23. Sobra decir que cualquier persona inocente que muere en un acto violento es demasiado; no obstante, cuando comparamos a esa clase de violencia con muchísimos otros tipos de asesinatos, el terrorismo es decenas de veces menos consecuente.
Siendo un feroz crítico de la modernidad y la industrialización, el Unabomber terminó por desilusionarse de la "vida en la civilización" y en 1971 dejó de dar clases para mudarse a una cabaña remota en Montana, en donde vivió aislado durante los siguientes 25 años. Durante este tiempo, escribió su manifiesto "La Sociedad Industrial y su Futuro", que delineaba su filosofía anti-tecnología. Los estudios de terrorismo se concentran mucho en estas etapas de radicalización en la vida de los perpetradores.
Esta radicalización lleva a Kaczynski a iniciar en 1978 una campaña de bombardeos contra personas que él creía que promovían la causa de la tecnología y la industrialización. Quizás lo más consecuente de sus actos sobrevino en 1995, cuando ofreció al New York Times y al Washington Post, que detendría sus ataques si esos diarios publicaban su manifiesto. Los diarios optaron por hacerlo, lo que le generó millones de críticos, pero también seguidores.
El Unabomber fue arrestado en 1996 y se suicidó hace unos días. Pero sus actos siguen siendo comentados. También su ideología. Es ahí, en el universo de la mente colectiva, en donde conviven el terror y las ideologías, la propaganda y la comunicación, el espacio en el que la violencia terrorista hace mella. De ahí que el terrorismo debe ser estudiado con seriedad, como una violencia que necesita ser abordada de manera diferenciada y específica.