Liberalismo económico a sangre y fuego

Liberalismo económico a sangre y fuego escribe Darío Ibarra Zavala

El contexto de la Argentina contemporánea recuerda lo ocurrido en Chile en 1973, cuando el golpe de Estado militar encabezado por Augusto Pinochet, en un movimiento impidió que el socialismo se implantara en dicho país por vía popular. Quienes tomaron el poder político convocaron a economistas egresados de la Universidad de Chicago, los "Chicago Boys", para conducir el rumbo económico del país aplicando medidas económicas de libre mercado extremo. Lo hicieron a sangre y fuego. La gran paradoja es que el liberalismo económico real, el que se aplica en países y no sólo existe en libros de texto, generalmente está peleado con otras libertades distintas a la económica.

Para entender el contexto chileno vale la pena revisar el documental Chicago Boys, donde se relata cómo los economistas egresados de una de las universidades que más premios nobel de Economía ha recibido se dieron a la labor de reinventar la economía chilena bajo el dogma del libre mercado. Desde su perspectiva, la economía podía conducirse y administrarse independientemente del contexto político y social. Para esta forma de hacer economía no hay juicios de valor, por lo tanto, lo único que importaba era que los mercados operaran con la mayor libertad posible y que se privatizara todo lo que se pudiera privatizar, incluidos los recursos naturales como el agua de los mantos freáticos.

Una periodista canadiense, Naomi Klein, entre sus múltiples obras tiene una, La Doctrina del Shock, donde igualmente se relata la forma en que se implantaron políticas económicas de libre mercado no sólo en chile, sino en diversos países. Había por lo menos un par de elementos comunes: la aplicación de dichas políticas económicas de modo obligatorio e incluso por la fuerza de las armas y el desmantelamiento del aparato estatal para fortalecer al sector privado a través del libre mercado. Así, se privatizaron empresas públicas y se eliminaron programas sociales dentro de los que se podían incluir desayunos escolares y apoyos a útiles escolares, así como reducción de subsidios a hospitales públicos. Todo en aras del funcionamiento del libre mercado, que permitiría generar mayor eficiencia y que, tarde o temprano, se reflejaría en mejor nivel de vida para la mayoría de la población.

Es probable que sólo los economistas neoclásicos consideren que una sociedad va a estar mejor eliminando programas públicos como, en su momento en México, Conasupo, que llevaba alimentos y leche a comunidades marginadas. Lo mismo aplica para la eliminación de desayunos escolares y la eliminación de programas de salud pública. Muchos realmente lo creen y están convencidos de que es el camino a seguir para que una nación se desarrolle. Como ahora Argentina.

En la vida real pareciera que los liberalismos se oponen entre sí. Así, el derecho a sindicalizarse se opone al de contratar a trabajadores libremente sin intervención del sindicato. La libertad de privatizar empresas públicas choca contra parte de la población que no lo desea. Incluso lo que el poder ejecutivo cree que es la mejor política económica se contrapone a los otros poderes: el legislativo y el judicial. El liberalismo, entendido de un modo más amplio, no puede oponerse a los otros poderes y más bien implica aprender a negociar con ellos y a respetar los límites institucionales. Pero esto parecen no entenderlo en Argentina. La gran paradoja es que los libertarios de la economía parecieran empezar a comportarse como dictadores. Como lo comenté en otras ocasiones, pareciera que sólo les importa la libertad económica de los empresarios, pero sólo eso. Definitivamente las otras libertades y los otros poderes importan. Muy pronto veremos en qué deviene está nación del sur de América.

(Docente del Posgrado en Economía en la FES-Aragón y en la UDLAP Jenkins Graduate School)