La imagen en el espejo, la realidad y la representación
La imagen en el espejo, la realidad y la representación, escribe Cynthia Alejandra Vazquez Franco en #Fuera de Ruta
La imagen de la mujer en la sociedad ha evolucionado y la manera de concebirse dentro de ella también, por medio de las revistas y la publicidad han contribuido a este cambio. En el siglo XIX se empieza a reconocer la preocupación por el cuerpo y la delgadez que una mujer debe poseer para ser “reconocida” y ser parte de los estándares de belleza de esa época. Los cánones de belleza son símbolos que reflejan las pautas de una sociedad y la actual exige una figura femenina “estilizada”, delgada y bella de pies a cabeza. Las revistas de moda y los anuncios publicitarios “fomentan un patrón estético corporal por medio de modelos y los mensajes de belleza, (..) el prototipo de personaje seleccionado tiende a representar las características principales de su consumidor” (Salazar Mora, 2007, pág. 83). El consumo femenino de los estereotipos de género presentes en los medios de comunicación afecta “como estos las representan, generando una ambigüedad entre la realidad y la representación” (García Muñoz, 2008, pág. 117)3; modificando las actitudes y el comportamiento de las personas. Los cánones de belleza se han adaptado paulatinamente a las demandas sociales que son “aceptables” para cumplir con un arquetipo que se construye a través de las revistas y la publicidad, esta se convierte en el lenguaje de los nuevos tiempos, un lenguaje profundamente vinculado al mecanicista reinante de la época. se exhibe un tipo de arquetipo, “el sueño aspiracional” de toda mujer.
A través del contenido editorial se reproducen referencias al modelo de belleza e imagen corporal ideal, las orienta hacia la búsqueda de una identidad propia, que verán alcanzada mediante correcciones corpóreas. “el horror al envejecimiento y deterioro físico, la importancia dada al deporte y la nutrición, constituyen factores que intervienen en la construcción de identidad” (Roca, 2003, pág. 154). Las representaciones contenidas en las revistas refuerzan la obediencia de las mujeres hacia un modelo corporal que termina construyendo corsés hechos de bisturíes, anorexia y gimnasia intensiva. Las revistas y la publicidad son un recordatorio constante de que la meta es alcanzar los estándares establecidos. Desde la perspectiva publicitaria y editorial, la construcción simbólica de la mujer “muñeca”, perfecta estéticamente y adaptable a los parámetros sociales, ha sido una constante, “la idea de que la mujer ideal es una muñeca, cercana a la artificialidad y que tiene que mejorar el cuerpo con fines artificiales, son producciones inorgánicas de lo que en la realidad es una mujer real” (Bernárdez Rodal, 2009.pág. 271)1.
En esta nueva libertad las mujeres encontrarían que debían adaptarse a una nueva forma de ser concebida en la publicidad y en las revistas, que exigen un cuerpo con piel sintética. El ser “atractivas” para las mujeres supone una mayor manipulación del cuerpo, (…) en una cultura como la nuestra, se traduce en un mayor gasto de dinero y tiempo, (..) implica peluquería, maquillaje, depilación, elección de ropa, etc. Las mujeres creadas por los hombres suelen estar desprovistas de defectos, (…) el poder está en el que crea y en el que mira”. (Bernárdez Rodal, 2009.págs. 276-278).
Los discursos son cambiantes, bajo contextos que se transforman con los intereses sociales del momento que dictaminan los nuevos roles, papeles y estereotipos que se han de reinterpretar ajustados a cómo las miradas masculinas nos observarán, también nos impone un ajuste a la realidad a la que estamos sujetas, “lo que se consume y las cantidades, cómo, quién, y dónde, ya que a través de estos comportamientos se van forjando la construcción de identidades, de estatus y clase social” (Bartolomé, 2015, p.270) . El modelo de la mujer se transforma constantemente y se sustituye por tendencias que exigen nuevas pautas para adoptar prototipos que sean perfectos, y se ajusten a un patrón de modelos con cualidades que tienden a invisibilizar a la mujer que ya no responda a los objetivos implantados en la sociedad.