Sonora: modernización con justicia social

Sonora ha vivido una intensa modernización económica en las dos últimas décadas.

Es líder nacional en producción minera y agropecuaria, y destaca el dinamismo de sus sectores automotriz, aeronáutico y electrónico.

Es el octavo estado más competitivo del país de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), y un destino muy atractivo para la inversión extranjera a partir de la calidad de su capital humano, su infraestructura y entramado institucional.

No obstante, el informe sobre la medición de la pobreza dado a conocer recientemente por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), revela que nuestra entidad enfrenta importantes desafíos en materia de bienestar.

La proporción de la población sonorense en situación de pobreza creció 20.4% en la última década (2008-2018).

Fue el tercer estado donde más creció este fenómeno después de Colima (36%) y Veracruz (31.2%).

En este ciclo de 10 años, 146 mil sonorenses se volvieron pobres.

Si bien cinco de las seis carencias que mide Coneval bajaron, todavía 4 de cada 10 personas carece de seguridad social y casi 100 mil paisanos más se sumaron a las filas de aquellos que no pueden alimentarse de manera suficiente, digna y nutritiva.

¿Dónde ha fallado nuestro proyecto de justicia social?

¿Cuáles son los factores que han provocado una mayor vulnerabilidad de la población sonorense?

Son preguntas que deben ser motivo de un necesario y amplio debate con la participación de autoridades, actores políticos, centros de investigación, expertos del sector académico y organizaciones de la sociedad civil.

Sin embargo, advierto ya algunas causas.

Entre 2014 y 2016 el ingreso trimestral promedio de los hogares en Sonora, de acuerdo con el INEGI, sufrió un estancamiento al pasar de 58,813 a 59,883, cuando entre 2010 y 2016 se había incrementado en cerca de 19 mil pesos.

Es decir, las familias tienen menos recursos para cubrir sus gastos básicos, principalmente alimentación, un rubro donde los hogares más pobres gastan hasta el 50% de todos sus ingresos.

La riqueza, por otra parte, está muy mal distribuida en Sonora.

Los hogares de los deciles IX y X, es decir el 20% más rico, concentra casi la mitad de todo el ingreso que se genera en el estado.

Se produce, así, un círculo vicioso donde aquellas personas que provienen de los sectores más privilegiados cuentan con ventajas estructurales (mejor educación, por ejemplo) que les permitirán mantenerse en la parte más alta de la pirámide social, mientras que el “elevador social” está descompuesto para aquellos sonorenses de los sectores más desfavorecidos.

Origen es destino, es decir aquellos sonorenses que nacen pobres vivirán y morirán en esta condición mientras que sus hijos heredarán esta desventaja y la transmitirán a la siguiente generación.

La movilidad social está rota.

Ha llegado la hora de cambiar la narrativa, las prioridades estratégicas del proyecto de desarrollo, para poner al centro a los sonorenses que más lo necesitan, sin demagogia y sin polarización.

Una sociedad que deja atrás a los más pobres no solo es inmoral, sino que mina las bases de su propio futuro.

La pobreza alienta el conflicto y la inseguridad, quebranta el tejido social, siembra la desesperanza.

Los países económicamente más exitosos del planeta han puesto un gran énfasis en la construcción de sociedades equitativas porque esto es vital para la prosperidad de los negocios.

En estos 10 años la pobreza ha crecido en Sonora a pesar de la alternancia en el poder.

Los datos que nos aporta la medición de la pobreza del Coneval no están hechos para engrosar el librero de los políticos, son, como decía alguna vez el Dr. Miguel Székely Pardo, uno de los mayores expertos en el estudio de este fenómeno en México: “números para cambiar al mundo”.

Son insumos para la acción, para transformar las políticas públicas y corregir lo que no funciona.

Son una gran oportunidad para hacer un balance preciso y sincero de lo que hemos hecho y de lo que falta por hacer.

Modernización, sí, pero a partir de un proyecto incluyente que incorpore a todos los sonorenses. 

Hacia allá debemos dirigir la discusión.

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