El pueblo contra la democracia
El libro del momento, el más vendido por Kindle, la plataforma de Amazon de libros digitales, el más discutido hoy en los círculos académicos y políticos, ha sido escrito por un joven catedrático de la Universidad de Harvard, Yascha Mounk, su título:
“El pueblo contra la democracia. Por qué nuestra libertad está en peligro y cómo salvarla” (Paidós).
Un texto absolutamente recomendable.
Mounk señala que, hasta fecha reciente, la democracia liberal reinaba triunfante y la mayoría de los ciudadanos parecían estar comprometidos con ella; la economía crecía; los partidos radicales eran insignificantes; los politólogos pensaban que la democracia estaba fuertemente cimentada en países como Estados Unidos y Francia.
Pero no consideraban las tensiones sociales que llevaban mucho tiempo bullendo bajo la superficie, y que ahora han hecho erupción.
Los ciudadanos tenían mucho tiempo desilusionados con la política; ahora se sienten además impacientes, enfadados, desdeñosos incluso.
Los sistemas de partidos parecían estancados; ahora los populismos autoritarios están en auge en todo el mundo.
Los electores parecen hartos de la democracia liberal misma.
Para Mounk, la elección de Trump ha sido la manifestación más evidente de la crisis de la democracia, y aun en el caso de que el poder de Trump sea frenado por los controles y los contrapesos institucionales característicos de aquel sistema político, la voluntad mostrada por el pueblo estadounidense de elegir a un autoritario en potencia para ocupar el más alto cargo político de ese país, constituye un mal presagio.
La elección de Trump no es un caso aislado, en Rusia y Turquía “hombres fuertes” elegidos por el pueblo están convirtiendo a sus democracias incipientes en unas dictaduras electorales, mientras que, en Polonia y Hungría, los líderes populistas están aplicando ese mismo manual de actuación para destruir la libertad de los medios de comunicación, para minar la independencia de las instituciones y amordazar a la oposición.
El peligro se cierne sobre otros países: Austria, España, Grecia, Gran Bretaña, Suecia, Alemania, los Países Bajos.
En América Latina vivimos un ascenso del populismo, con líderes de ultraderecha, como Jair Bolsonaro y de izquierda.
“No cabe duda -dice Mounk- de que soplan tiempos de populismo. La pregunta ahora es si este momento populista devendrá en una era populista que ponga en entredicho la supervivencia misma de la democracia liberal”.
Muchos pensaron que la democracia era ya “el único sistema posible”, y que era prácticamente imposible observar retrocesos.
Pero las cosas han cambiado.
Hace un cuarto de siglo, la mayoría de los ciudadanos de las democracias liberales estaban muy satisfechos con sus gobiernos y otorgaban elevados índices de aprobación a sus instituciones.
A los adversarios políticos los unía un respeto común por las reglas y normas democráticas; ahora son varios los candidatos que han conquistado un gran poder e influencia infringiendo normas elementales de la democracia liberal.
Trump ha llegado al poder a través de los instrumentos de la democracia; sin embargo, no confía en sus valores e instituciones.
Los populistas latinoamericanos han presentado al sistema político como “un patio de recreo para los multimillonarios y los tecnócratas”.
Se han aprovechado de una de las mayores fallas de la democracia liberal: haber confiado todo al mercado, haber pensado que la prosperidad generada por la globalización se derramaría automáticamente sobre la base de la pirámide social, mientras que lo que ocurría era exactamente lo contrario, es decir, una brutal concentración de la riqueza.
Yascha Mounk ha identificado 46 dirigentes populistas en el mundo en 33 países democráticos y ha encontrado rasgos comunes entre ellos: cerca de la mitad de los gobiernos populistas reescriben las reglas para debilitar contrapesos y restringir el disenso; no son exitosos en la lucha contra la corrupción; son proclives a decisiones espectaculares que les garanticen popularidad en el corto plazo sin importar sus costos.
Ante los peligros inherentes a un proyecto de concentración del poder, Federico Reyes Heroles ha llamado a salir de la pasividad, a incursionar en lo público para evitar el atropellamiento de las estructuras democráticas, a “rechazar la demolición de las instituciones”.
Los invito a leer “El pueblo contra la democracia” porque creo que, ahí, hay muchas explicaciones a las preguntas que hoy nos estamos haciendo.