Cultura de la cancelación
Cultura de la cancelación escribe Marco A. Paz Pellat en #ElPoderDeLasIdeas.
Las redes sociales han traído consigo varios fenómenos debido a la gran penetración que han tenido entre la población. Actualmente hay cuatro mil 480 millones de usuarios de redes sociales a nivel global, 57% de la población mundial; mientras que en nuestro país llegan a 100 millones de usuarios, que representa una penetración de 73% del total de la población.
Gran parte de la “conversación” entre iguales en el mundo se da a través de las redes sociales, lo cual significa un potencial enorme de influencia, lo cual se ha representado en fenómenos de diferente índole. Este es el caso de la denominada cultura de la cancelación.
Este fenómeno viral reciente en las redes sociales puede entenderse como la “práctica popular de retirar el apoyo (cancelar) a figuras públicas y empresas después de que hayan hecho o dicho algo considerado objetable u ofensivo. La cultura de la cancelación generalmente se observa como una acción realizada en las redes sociales en forma de vergüenza grupal (https://bit.ly/3ERDP74).
“La cancelación, como término y fenómeno en la conciencia pública, toma fuerza con el Movimiento #MeToo, ya que las principales figuras públicas, desde Harvey Weinstein hasta Matt Lauer, Louis CK y R. Kelly, fueron ‘canceladas’ debido a acusaciones de violencia sexual en el pasado. Otras figuras que fueron ‘canceladas’ por comentarios racistas y anti-LGBTQ fueron Shane Gillis y Kevin Hart, respectivamente”.
La cultura de la cancelación ha provocado varios problemas. Uno de ellos es el señalado por el expresidente de Estados Unidos, Barak Obama. Se refiere a “¿qué hacer una vez que se cancela una figura pública o se aborda la idea de la redención?, ¿qué sucede a continuación para una figura pública cancelada?, ¿merecen la oportunidad de superar los errores del pasado si están realmente arrepentidos, o se les considera culturalmente exiliados para siempre?, ¿cuál es la línea divisoria entre promover el cambio y el activismo y emitir un juicio permanente sobre las acciones pasadas?” (https://bit.ly/3BZNDtY).
También se señala: “En comparación con el debido proceso y los procedimientos formales del sistema de justicia penal, el ‘tribunal de cultura de la cancelación’ no tiene que seguir estas reglas para condenar a las figuras públicas.
En un sentido obvio, hay beneficios de no estar limitado por el largo y arduo proceso legal; también presenta una falta de consecuencias reales para estas figuras públicas, ya que a menudo no enfrentan la justicia penal por sus delitos. Debido a que las redes sociales operan en un ciclo rápido de noticias, puede ser difícil para los usuarios desinformados escuchar todos los lados de una historia o conocer los detalles de por qué una persona ha sido cancelada”.
Quienes favorecen este boicot digital señalan, entre sus ventajas, la de permitir “a las personas marginadas buscar la rendición de cuentas donde falla el sistema de justicia”, la de dar “voz a las personas desfavorecidas o menos poderosas”, o es simplemente una nueva forma de boicot, una táctica apreciada en el movimiento de derechos civiles para tratar de lograr un cambio social.
También se identifican sus desventajas: “Equivale al acoso en línea y puede incitar a la violencia y amenazas, incluso peores que la ofensa original que se denuncia, no es productivo, y no necesariamente produce cambios sociales, es una pendiente resbaladiza y conduce a la intolerancia en las sociedades democráticas, ya que la gente excluye sistemáticamente a cualquiera que no esté de acuerdo con sus puntos de vista” (https://bit.ly/3mYXfAM).
Podremos diferir de la cultura de la cancelación, estar a favor o en contra, pero lo que es cierto es que debemos estar atentos e investigar más cuando se dan estos fenómenos porque se pueden cometer injusticias y ser parte de la creciente manipulación de las redes sociales.