Son rateros, no ‘corruptos’

El presidente López Obrador llamó ayer a los pobladores de Acambay (Edomex) a no caer en “la corrupción”, como entiende el delito de saqueo de combustibles.

Su audiencia de centenares lo escuchó con respeto y lo despidió con vítores luego de que repartió apoyos económicos y exhortó a que todos se porten bien y no caigan "en esas actividades”… a sabiendas de ante quiénes hablaba: diez días antes, en ese municipio, en la comunidad San Antonio Detiña, una turba semejante en cantidad a la del viernes en Tlahuelilpan, Hidalgo, “huachicoleó” de una toma clandestina y es de suponerse que entre el público estuvieron algunos o muchos de los ladrones a quienes, por su extraña manera de interpretar la realidad, intenta justificar porque son “pobres”.

Su irreflexiva estrategia contra el “huachicoleo” se basa en una premisa jabonosa que entraña un problema semántico y conceptual: equipara hurto con corrupción.

Más allá de que trabajadores y funcionarios de Pemex roben combustible de las propias refinerías extrayéndolo en pipas o ductos clandestinos; de que haya gasolineras que compran-venden “huachicol” y de que haya poblaciones donde buena parte de sus sencillos habitantes sirven a temibles criminales, el acto de apropiarse de lo ajeno es un delito, quizás emparentado pero distinto al del soborno.

Al pan pan y al vino vino: ratero es quien atraca y corrupto el que recibe dinero a cambio de un favor, como asesino es quien mata y no es lógico justificar los crímenes de nadie porque sea pobre o dizque víctima “de 36 años de neoliberalismo”.

¿Qué tan ajenos están los “huachicoleros” de Hidalgo de las pandillas que ponen las válvulas y de sus guerras?

En las últimas tres semanas tres cabecillas fueron asesinados:

Omar Quijano Barrera, el “Tony” o el “Tornillo”, que ordeñaba en Tezontepec de Aldama, fue baleado el pasado 4 de enero en una tumba del panteón de Mangas, donde se festejaba el onomástico de el “Chiquis”, quien se dedicaba al robo de combustibles y ya había sido ejecutado.

Omar era rival de Julio César Cruz Zúñiga, la “Parka” o el “Tío” (se le atribuyen incontables homicidios en la región de Tula y se dedicaba también al narcomenudeo, robo de vehículos y gasolinas en las comunidades de Binola y San Gabriel Atenco, municipio de Tezontepec de Aldama y en Santa Ana Ahuehuepan, en Tula de Allende), a quien sus matones le dispararon desde un Mazda el domingo 20.

Y el mismo día (dos después de la tragedia en Tlahuelilpan) fue muerto Flavio Alberto Escudero Martínez, el “Flash” o el “Vikingo”, en Platón Sánchez, Veracruz y era líder de Los Dragones (a cargo de la seguridad del Z-40, Miguel Ángel Treviño Morales), del Cartel del Golfo en la entidad.

Pobres, muy pobres y pobres en extremo fueron los dedicados al narcotráfico, la trata de personas, el contrabando de armas, la piratería, la extorsión, el secuestro y el “huachicoleo”…

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