Los ‘buenos y sabios’ de La Huacana
Una de las más aborrecibles y recurrentes expresiones populares que contradicen de manera ejemplar la generosa pero ilusa idea de que “el pueblo es bueno y sabio” del presidente Andrés Manuel López Obrador se dio este domingo en La Huacana, Michoacán, donde una turba paramilitar sometió, desarmó, vejó y retuvo por ocho horas a once soldados de Infantería que “aguantaron vara” y se comportaron leales a su Comandante Supremo.
Pese a estar capacitados para el combate, tuvieron el temple de no usar sus armas contra los embravecidos “defensores del pueblo” que, cobardes, utilizaron a mujeres, niños y ancianos de parapeto, en reclamo del armamento que el Ejército les había confiscado.
Que un Barret calibre .50 milímetros figure entre lo que se les había asegurado (también dos “cuernos AK 47” de 7.62 mm y un “AR 15.223”) indica la peligrosidad de estas pandillas, ya que con esta arma se puede tumbar un helicóptero y es común entre organizaciones criminales como “Los Viagra y Jalisco Nueva Generación”, cuyos piquetes de sicarios “patrullan” los caminos de Michoacán.
La liberación de los rehenes fue a cambio de lo asegurado y, si lo mejor es que no terminaran linchados, lo peor es que los integrantes de las corporaciones legales de seguridad (soldados, marinos, policías federales, estatales y municipales) estén cada vez más expuestos a la furia de civiles dedicados a delinquir, como es obvio en las “autodefensas” michoacanas o en las tumultuarias bases sociales del asalto a trenes de carga, saqueo de gasoductos, venta de piratería y artículos robados al autotransporte.
El incidente en La Huacana permite recordar los gritos en el cielo que precedieron la creación de la Guardia Nacional a causa de la incorporación de policías militares y navales a la nueva institución, calumniando a las Fuerzas Armadas como violadoras consuetudinarias de los derechos humanos… Pero los humillados del domingo por la gente “buena y sabia”, pese a no tener la formación que se da en las policías militares, fueron instruidos en el respeto a los derechos humanos porque ésta es materia obligada en la milicia desde la década de los 90.
Pudiendo actuar en legítima defensa y a riesgo de cometer una indeseable matanza, ese puñado de servidores públicos no se resistió al ataque en pandilla y aguardaron las decisiones de la superioridad.
Con el injusto señalamiento de haber desatado la violencia en el país desde que, por solicitud del entonces gobernador Lázaro Cárdenas Batel (hoy jefe de asesores de López Obrador), Felipe Calderón envió tropas a un Michoacán plagado de descuartizados por narcotraficantes, pero cometió el grave error de permitir que Miguel Ángel Osorio y Alfredo Castillo “regularizaran las autodefensas” y éstas pudieran registrar el arsenal que, como es evidente, no están dispuestas a que se les quite y sí a cometer lo que sea para conservarlo...