Krauze, los Meyer y el CIDE
Krauze, los Meyer y el CIDE escribe Carlos Marín en #ElAsaltoALaRazón.
Hace diez años, a propósito del Premio Nacional de Historia 2011, Enrique Krauze dedicó a Los dos Meyer un cálido texto de su relación con ellos y las cualidades de Jean y Lorenzo, quienes “no sólo comparten, sin ser parientes, el mismo apellido, y el hecho curioso de haber nacido el mismo mes del mismo año (febrero de 1942)”, aunque “su idea de la historia es muy distinta…”.
Homologados patronímica y vocacionalmente, ambos historiadores están hoy enfrentados por sus opuestas conductas ante el atropello del gobierno al Centro de Investigación y Docencia Económicas mediante la imposición de un director sectario y ajeno a la institución.
En tanto que a Jean (su obra La Cristiada es un imprescindible de historia mexicana) le indigna la marranada cometida contra el CIDE, Lorenzo se prestó a darle su apoyo al esquirol José Antonio Romero Tellaeche, pese al repudio de la comunidad estudiantil y docente.
En su respaldo al paro, 150 integrantes de la Asamblea Académica Permanente del Centro expresaron así su zozobra:
“Nos inquieta el conflicto de interés por parte del Grupo de Auscultación Externa, en el que participaron amigos y coautores del doctor José Antonio Romero como el doctor Lorenzo Meyer y la doctora Alicia Puyana Mutis. Este comité fue la única instancia en el proceso que apoyó la candidatura del doctor Romero…”.
Lejos de guardar distancia del poder político, el aludido fue activista de la implantación del nuevo gerifalte, a pesar de que se violó el Estatuto General del Centro (artículo 30), que precisa los procedimientos para tan importante designación.
Con el conocimiento directo del abuso por ser ahí profesor e investigador emérito, Jean Meyer supone que una de las causas fue que el CIDE se manifestó contra la desaparición de los fideicomisos y tiene claro que la comunidad apoyaba mayoritariamente al político (morenista por cierto) Vidal Llerenas, quien al menos, a diferencia de Romero, es respetuoso de la institución, en tanto que Romero la ha calumniado asegurando que “se corrompió”.
Por lo mismo, es probable que los expertos de Estudios Jurídicos del Centro recurran al amparo de la justicia federal y demuestren las violaciones a la normatividad y el avieso conflicto de interés en los oficialistas apoyos de Lorenzo y la señora Puyana.
Volviendo a Krauze, sus afinidades intelectuales, liberales y libertarias lo han mantenido ligado al admirable Meyer francés pero, en su texto de hace diez años, escribió: “Cicerón dice que la política suele separar a los amigos. Nos ocurrió a Lorenzo y a mí
(…). El estudio de las relaciones de México con las potencias había exacerbado su nacionalismo. Sus artículos periodísticos lo perfilan como el último ideólogo de la Revolución Mexicana, una extraviada Revolución nacionalista y social, cuya esencia moral Lorenzo quisiera recobrar” (y ahora en su versión cuatroteista, añado yo).
“En cuanto a Jean, nuestra amistad se ha perpetuado en la de nuestros hijos…”, celebra su perspicaz ex amigo.