¿Dónde quedó la honestidad de AMLO?
Conforme pasan las semanas del nuevo gobierno federal va quedando claro que la pregonada honestidad y moralidad pasará a ser un ideal no solo inalcanzable sino al parecer poco deseado.
El Movimiento de Regeneración Nacional podrá presumir en un futuro de haber implantado un régimen de austeridad, quizás también de emprender la batalla contra la corrupción que dicho sea de paso todavía no se refleja en acciones contundentes.
Pero está muy lejos de convencer sobre la ética y la honestidad de ciertos colaboradores del nuevo régimen así como de algunas decisiones tomadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Quienes soñaban con un país incorrupto, con altos niveles de transparencia, honradez y limpieza en todos los sentidos, más vale que vayan despertando para darse cuenta que el nuevo régimen también tiene compromisos e intereses a los que no está dispuesto a renunciar.
Se dieron algunos nombramientos que todavía producen ruido y malestar: Manuel Bartlett Díaz, un personaje de claroscuros en la política y quien ha sabido explotar cuantos cargos públicos ha ostentado: secretario de Gobernación, secretario de Educación y gobernador de Puebla en calidad de priista; senador del Partido del Trabajo y recientemente por Morena, hoy despacha como director general de la Comisión Federal de Electricidad.
Su nombramiento surge por sus nexos con políticos de la era echeverrista de la que López Obrador formó parte cuando fue delegado del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco.
La de Paco Ignacio Taibo II es otra designación polémica.
Siendo español de nacimiento y mexicano por naturalización, el reconocido escritor no estaba facultado para ocupar la dirección del Fondo de Cultura Económica.
En lugar de retirarse y esperar con prudencia al cambio de la ley respectiva, se empecinó en tomar el cargo lanzando declaraciones indignas para un intelectual de su nivel.
El nombramiento del Fiscal General de Justicia es por demás cuestionable.
Sin dejar de reconocer la trayectoria de Alejandro Gertz Manero, el presidente López Obrador optó por empujar a un abogado cercano a sus afectos, pero además entrado en años lo que tarde o temprano afectará su desempeño.
Lo mismo ocurre en la Suprema Corte de Justicia de la Nación en donde impuso semanas atrás al ministro Juan Luis González Alcántara, quien fue presidente del Supremo Tribunal de Justicia de la ciudad de México cuando López Obrador fungía como jefe de gobierno.
Esta semana incluyó de nuevo en la terna para otra plaza de ministro a dos mujeres cercanas al primer mandatario: Loretta Ortiz Ahlf y Celia Maya García.
La primera fue diputada por Morena en la LXII Legislatura, y la segunda fue candidata en dos ocasiones al gobierno de Querétaro por el PRD y Morena, respectivamente.
En esta ocasión agregó en la terna a Yasmín Esquivel Mossa, esposa de José María Riobóo, quien fue el contratista estrella del gobierno capitalino durante el gobierno de López Obrador.
Ella es magistrada del Tribunal de la Justicia Administrativa del poder judicial de la Ciudad de México y por sus nexos de su esposo es considerada la favorita para el puesto.
No es lo mismo que un contratista “regale” una costosa residencia a la primera dama del país como sucedió en el sexenio de Peña Nieto a que el primer mandatario proponga para un cargo público a la mujer de su amigo empresario.
No obstante, el conflicto de interés está más que presente por lo que AMLO debería dar marcha atrás a sus propósitos.
No hagas cosas buenas que parezcan malas, advierte el viejo refrán.
El doble discurso de López Obrador ha tenido repercusiones al interior de su equipo como ocurrió con Tatiana Clouthier, quien prefirió ser una discreta diputada federal a ocupar un alto cargo en la administración morenista a raíz de la designación de Bartlett.
Lo más delicado es darnos cuenta que la política en México no cambia, las promesas son unas y otras muy distintas las acciones a la hora de gobernar.
Cada día que pasa López Obrador se asemeja más a Luis Echeverría, aquel presidente populista que hablaba y hablaba pero a la hora de la hora no concretaba o se salía por la tangente.
Noticia final
Al fin el gobierno federal emprendió una ofensiva contra el crimen organizado en varias ciudades, entre ellas Tijuana, donde los índices de homicidio registran nuevos récords: en el 2018 sumaron 2,518 asesinatos, el mayor número en la historia mientras que en enero se acumularon 218 más.
La estrategia es muy similar a la de Felipe Calderón que tanto se criticó pero que devolvió la paz a dicha ciudad fronteriza por varios años.