Vivir en estado alerta
El autor es Asesor Parlamentario de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión.
La madrugada del 19 de septiembre de 1985 el miedo invadió a los habitantes de la Ciudad de México debido a los movimientos telúricos del sismo de 8.1 grados Richter que causaron graves daños a casas y edificios. Situación que emocionalmente destruyó a miles de personas que se quedaron de la noche a la mañana sin hogar y muchos otros perdieron a sus seres queridos. Al final de este suceso, según cifras oficiales, se contabilizaron entre 6 mil y 7 mil muertos.
Durante 32 años y aún cuando ocurrieron varios sismos, ninguno tuvo las magnitudes del ocurrido en aquel entonces, y los habitantes de dicha ciudad vivieron en calma. Pero la historia estaba marcada.
Justo en la misma fecha, un 19 de septiembre de 2017 por la mañana se realizaron simulacros por parte de las brigadas de Protección Civil para la evacuación de edificios. Al terminar esta actividad, ocurrió un sismo de magnitud 7.1 en la escala Richter, el cual hizo que la angustia, el miedo y la ansiedad invadiera a todos. Varios de los edificios cayeron, otros fueron clausurados y algunos más derrumbados por el gobierno capitalino. Las muertes en esta ocasión se calcularon alrededor de las cuatrocientas personas.
En esas fechas trabajaba en Hermosillo y recuerdo que a los pocos minutos del sismo, ya estaba viendo varios videos de lo ocurrido. En alguna ocasión ya había valorado la posibilidad de radicar en Ciudad de México, pero la descarté justo en ese momento.
Pasó un año y medio, y "me tragué mis palabras". Terminé pasando mis días en la gran capital del país. Entre el Congreso, el metro y el departamento; perdido en una rutina de trabajar y trabajar.
Uno aprende a vivir con miedo, o a vivir en un estado de alerta, lo sé porque en estos dos años que tengo viviendo por lapsos en el antes llamado D.F., han sucedido sismos, aunque de baja magnitud. Recuerdo el primero, alrededor de las 10:00 p.m., me dirigía con dos amigos a cenar y mientras caminábamos por la banqueta vimos a una joven en pijama en media calle con un perrito en sus manos.
El temblor no lo sentimos, pero mi lógica indicaba que la joven en pijama y con su cara desconcertada, debía ser por eso. Y no me equivoqué.
Después de esa noche comencé a dormir con la ventana abierta para escuchar la alarma sísmica y a tener a la mano un cambio de ropa listo para salir en caso de que algo ocurriera.
El pasado 23 de junio, un sismo de 7.5 en la escala de Richter, despertó a la CDMX.
Afortunadamente, no pasó a mayores, pero las imágenes en video de cómo la tierra se abre y los edificios se movían cual palmeras en playa, no dejan de ser impresionantes.
Se puede sentir cómo, angustiados y preocupados, los ciudadanos acatan el sonido de la alerta sísmica, como los ratones lo hacen con la flauta de Hamelín.
Aterrados sí, pero también preparados. Se puede ver, a los de más tiempo viviendo en dicha ciudad, cómo salen incluso con una pequeña maleta, misma que siempre conservan preparada, ¿para qué? Sencillo: para el peor de los escenarios.
Actualmente, mientras todos se alteran por la pandemia, avispones gigantes, polvo del Sahara y hasta la apocalíptica fecha mencionada en la famosa serie "Dark"... Yo he observado cómo los capitalinos, debido a los sismos, viven en un eterno estado de alerta.
El autor es Asesor Parlamentario de la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión.
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