Tuiteros sobrevalorados
El autor es productor de radio y televisión.
La primera vez que empecé a conocer más sobre Twitter, fue en el año 2010, hace ya una década de distancia.
En ese entonces acompañaba a un amigo que se reunía con una decena de usuarios de esa red social e intercambiaban (en persona) sus opiniones sobre los contenidos que había en sus líneas de tiempo.
Era una comunidad cerrada, con un sentido del humor algo sarcástico y desde luego, por la edad de la gran mayoría de ellos, sentían que, con solo 140 caracteres, se podían comer y controlar al mundo... y en algunos países, años más tarde, sí ocurrió lo que acá era simplemente una utopía.
Twitter vio la luz el día 21 de marzo de 2006, hace casi 14 años y fue Jack Dorsey, su fundador, quien se dio a la tarea de emitir el primer tuit, desde su empresa, ubicada en San Francisco, California.
La presencia de la pequeña ave azul se convirtió en una cautivante parvada, que de inmediato fue adoptada por miles de usuarios en todo el orbe.
El ícono de Twitter se colocó rápidamente en el diario vivir de millones de personas.
El posicionamiento no tardó, sobre todo en el público millennial que en ese entonces tendrían en promedio, entre 20 y 25 años de edad.
A los pocos meses de su lanzamiento, comenzaron a surgir usuarios influenciadores, que distinguían su participación en varios temas como política, deportes, opinión, espectáculos y otros; las figuras de Twitter comenzaban a tomar forma.
Enfocándonos en nuestro país y siendo más específicos, en nuestra entidad, los años de elecciones desde 2009 han sido el momento dorado para la ejecución mediática de enemigos políticos en Twitter.
Esta inocente red social se convirtió en la voraz garganta de fuego en la que ardían reputaciones y era terreno fértil para la discusión sin bases, la polarización de criterios y hasta amenazas de muerte.
Los tuiteros (no todos) mutaron de ser usuarios pasivos, a una horda de peligrosos difamadores que, con teclado o pantalla táctil en mano, se convirtieron en emisarios y transmisores de los criterios del círculo rojo.
Buscaban la mínima oportunidad para demostrar su presunto “poder”.
El poder de los tuiteros, del usuario común, no va más allá de su publicación, pero aprendieron que, con la palabra o el texto, también se amaga a la opinión pública.
Sinceramente, yo no se las compro, sobre todo cuando sabes que detrás de lo que publican, hay un vacío existencial y una tendencia a la autodestrucción y a un deseo de arrastrar a quienes ni en el mundo los hace, hacia un abismo negro de paranoia, donde 'ven moros con tranchete' en cada tuit que ponen o que leen.
El autor es productor de radio y televisión.
daniel.rios@expreso.com.mx