Toma de la CNDH. Lo que está mal

La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.

Las instituciones no se crean nada más porque sí, tienen o debieran tener sentido para el funcionamiento y fortalecimiento de nuestra democracia.

Por ello, es menester tener presente que los marcos jurídicos y las instituciones que tiene un país resultan esenciales para poder proteger los derechos humanos de todas las personas.

Las instituciones que velan por elecciones limpias, por ejemplo, están protegiendo derechos civiles y políticos de las personas, derechos humanos; sin el Instituto Nacional Electoral, sin los tribunales que resuelven ese tipo de controversias ¿cómo podríamos lograr procesos de tal magnitud, tan importantes para nuestra vida en democracia?

Empero y precisamente por la razón de que los derechos humanos son tantos y siempre pueden sumarse otros más, si entendemos que se trata de conquistas sociales profundamente relacionadas con la dignidad del ser humano, tenemos ante nosotros entonces, la imperiosa necesidad de contar con instituciones para poder proteger otros derechos que son igualmente importantes que el derecho de poder salir a votar, por ejemplo.

Debemos recordar que todos los derechos humanos son igualmente significativos, tienen el mismo valor, es decir, no hay derechos de mayor o menor jerarquía, derechos de primera o de segunda.

Por lo anterior, es que tenemos tantas y tan variadas instituciones con distintos propósitos, como el IMSS, el Conapred, los Institutos de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, la SCJN, el Sipinna y la Conade, entre muchas otras que encontramos en los ámbitos municipales, estatales y federal.

Todas y cada una tiene un propósito que se relaciona con derechos, e insisto, a eso deben su existencia; es por ello que la toma de la CNDH tiene mucho sentido, porque no está respondiendo a las demandas de las víctimas de violaciones a sus derechos.

Estamos hablando de víctimas de violencia de género, uno de los problemas más serios que tiene este país, donde no hemos alcanzado para nada la igualdad sustantiva, al contrario, la cosificación sexual de la mujer, los estereotipos de género, la violencia política contra la mujer y los techos de cristal, son el pan de cada día, parte de la cultura machista característica del país.

La muestra más grave de la desigualdad, discriminación y violencia hacia las mujeres, son los feminicidios que no paran en México incluyendo no sólo a mujeres adultas, sino a niñas.

Estamos hablando de víctimas luchando contra la impunidad que carcome a este país, de víctimas exasperadas a causa de instituciones que no les responden, luchando por un asunto tan serio como la violencia de género y dejando de lado, en pausa forzosa, su propio dolor, en un país en donde su Presidente está empecinado en negar y restarle importancia una y mil veces a esta violencia que ocasiona la muerte espantosa de niñas y mujeres.

Estamos hablando de víctimas exigiendo ni más ni menos a una institución que actúe y haga su trabajo, lo que le toca hacer, nada extraordinario.

La CNDH fue creada en los años noventa precisamente para ver por los derechos humanos transgredidos por parte de las autoridades, sólo que ahora quien lo dirige es una persona incondicional al Presidente.

Y eso no sería problema, de no ser que se trata de un organismo autónomo: no estamos hablando del gabinete de la Presidencia de la República, de una Secretaría o de una oficina más del Gobierno.

La CNDH debe defender a las víctimas de violaciones a derechos humanos cometidas por parte de funcionarios públicos, por parte del Gobierno; por tanto está clarísimo que no puede ser juez y parte.

La cerrazón del Presidente para reconocer la gravedad de la violencia de género, el haber puesto a una incondicional al frente de la CNDH, la impunidad como una constante en México y encima la indolencia de las autoridades, profundamente indignadas porque se rayen pinturas o monumentos y no por las víctimas y sus historias, es lo que está mal, no la toma de la CNDH, eso es únicamente una consecuencia natural de todo lo anterior.

La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.