¿Terminó la libertad?
El autor es productor de radio y televisión.
En estos tiempos, en los que un virus de laboratorio con apariencia de esfera de árbol navideño con ventosas nos trae fuera de nuestras casillas y ha provocado más destrucción que una guerra, hemos ido asimilando a duras penas, el sacrificar lo que antes era rutinario y que fácilmente podíamos acceder a ello.
Fue en quinto año de primaria cuando un maestro, que por cierto rompía con lo tradicional del sistema educativo, nos amplió el tema de las dictaduras y desde luego enfocado en su punto de vista y tendencias políticas. Este maestro “rojillo”, dijeran los viejitos, nos abrió los ojos a decenas de pequeños que creíamos que el mundo era perfecto y que todos sus habitantes tenían la misma calidad de vida que nosotros.
Lo que más me impresionó, fue cuando el maestro nos explicó que, en los países bajo un régimen dictatorial, se aplicaba el “toque de queda”, medida que obligaba a los ciudadanos a no salir a la calle de 10 a 6 de la mañana. Aquel que se atreviera sin autorización, a violar esa medida, inmediatamente era arrestado. Yo me preguntaba cómo era posible vivir en un lugar así, donde no te dejaban salir de tu propia casa después de tal hora.
Aquel temor de quedar confinado por horas en un sólo sitio, se hizo realidad para los mexicanos y aquellos que temíamos a la ley marcial. Este 2020 nos ha hecho evolucionar en la sensibilidad de perder (aunque sea temporalmente) nuestros derechos civiles primordiales. Todo puede pasar y muchas de las medidas estarían más que justificadas.
Nos ganamos perder la libertad, porque por un lado podemos ser todo lo solidarios en el instante de una tragedia, pero cuando se trata de llamados por parte de las autoridades para mantenernos en casa o evitar aglomeraciones, inmediatamente nos brota el gen del “nativo rebelde”, con ese pensamiento a la defensiva que no conduce a ninguna parte.
Las consecuencias de nuestra desobediencia equivaldrían a un descalabro con efectos permanentes en la economía. Estamos a nada de quedarnos sin trabajo por una larga temporada o bien, ganar un salario compensatorio que no equivale a la percepción completa.
No podemos dejar que los usos y costumbres de nuestra sociedad, sean el factor de haber desobedecido las indicaciones de las autoridades. No hay justificación para hacer todo lo contrario a lo que se nos pide.
Ojalá tuviésemos la entereza de aquellos ciudadanos que han vivido bajo la ley marcial en sus países. No digo que esa acción sea positiva, pero les forjó una disciplina importante en cuanto a las restricciones impuestas por la dictadura. Aun así, sobrevivieron. Dejemos de estar a la defensiva; es por el bien de todos.
El autor es productor de radio y televisión.
daniel.rios@expreso.com.mx