Políticas de Biden frente al cambio climático

El autor es Ingeniero Bioquímico con especialidad en Ciencias Marinas Alimentarias. Tiene una especialidad en Desarrollo Sostenible.

Después de la pesadilla que significó para el medio ambiente del planeta la gestión de Donald Trump, el nuevo presidente de la Unión Americana, Joe Biden, tratará de revertir el camino, a marchas forzadas, implementando políticas que, en su mayor parte, tienen que ver con el uso de energías renovables.

Uno de sus puntos fuertes en estas estrategias será el fomento de la movilidad eléctrica. Impulsará la innovación y el desarrollo, invirtiendo importantes cantidades en infraestructuras (puntos de recarga, electrolineras, adecuación de las normativas, etc.) y ayudará a los consumidores mediante incentivos económicos a que cambien sus vehículos contaminantes por automóviles eléctricos.

Otro de los ámbitos en los que se generan muchas emisiones es el de la construcción, por lo que Biden proyecta reformar miles de edificios, con el objetivo de que sean energéticamente eficientes e intentará que las nuevas construcciones cumplan con una cantidad de normativas de eficiencia mínimas, para poder erigirse.

Estas medidas tienen una segunda lectura, ya que son generadoras de puestos de empleo, otro de los puntos fuertes en las promesas de Biden, quien sostiene que se deben crear trabajos estables y de calidad. También se abren nuevas oportunidades de estudios y especializaciones para las nuevas generaciones.

En cuanto a nuevas explotaciones de energías fósiles, Obama en su momento limitó la prospección de terrenos para la extracción de petróleo y de gas natural. Trump les dio vía libre a las grandes petroleras, muchas de las cuales le apoyaron económicamente durante sus campañas electorales. Biden ha dejado claro que la época de gloria del oro negro toca su fin.

Respecto al fracking, prohibirá su práctica en terrenos federales, aunque la mayoría de las áreas destinadas a este tipo de prospección son privadas o estatales y no puede limitarlas. El fracking consiste en la inyección de agua y sustancias químicas a una gran presión entre las rocas, con el fin de liberar petróleo y gas natural atrapado entre sus grietas.

Los terrenos sometidos al fracking suelen ser inestables, a ello se le suma que el proceso puede provocar sismos y que las consecuencias sobre los suelos, el agua y el aire locales son nefastas, ya que se contaminan y destruyen grandes áreas, lo que desequilibra los ecosistemas y acaba con parte de la biota.

El mundo se enfrenta a una gravísima crisis medioambiental de la que los seres humanos somos los culpables.

Es necesario que los gobernantes de todas las naciones del mundo limiten la producción de gases contaminantes, ayuden a cambiar la matriz energética y realicen inversiones para reducir

la huella de carbono de sus países.

El momento es ahora.

La próxima cita será en noviembre de este año en Glasgow, donde se espera que Biden confirme el liderazgo de su país ante la lucha contra el cambio climático. Confiemos en que no se desaproveche esta oportunidad.