¿Para qué sirven las emociones?

El autor es director de Humanidades del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte.

Tuve la oportunidad de participar en una capacitación sobre inteligencia emocional con el Dr. Marc Brackett y la Dra. Janet Patti, del Centro de Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale.

El Dr. Brackett es el co-creador de ‘Ruler’, un enfoque basado en el desarrollo del aprendizaje emocional y social que ha impactado a más de un millón de jóvenes en escuelas públicas y privadas.

Asimismo, ha colaborado en los últimos años con Facebook en programas de prevención contra el bullying y sus investigaciones han sido publicadas en la revista Time y en el New York Times.

La Dra. Janet Patti ha participado en diversos proyectos con Daniel Goleman, el autor de los libros “Inteligencia Emocional” (1995) y “La inteligencia Social ”(2006), y es uno de los expertos mundiales en el estudio de las emociones.

Para el psicólogo Goleman las reglas del trabajo están cambiando.

Ahora se nos juzga según normas nuevas: ya no importan sólo la sagacidad, la preparación y la experiencia, sino cómo nos manejamos a nosotros mismos y con los demás.

Y aquí está el papel de las emociones.

Esta norma se aplica cada vez más para decidir quién será contratado y quién no, a quién se retiene y a quién se deja ir, a quién se asciende y a quién se pasa por alto.

La nueva medida da por sentado que tenemos suficiente capacidad intelectual y preparación técnica para desempeñarnos en el empleo; en cambio, se concentra en ciertas cualidades personales, tales como la iniciativa, la empatía, la adaptabilidad, la persuasión, la honestidad, la comunicación asertiva, el optimismo, el manejo adecuado de conflictos y la administración efectiva del tiempo, entre otras.

La gran parte de nosotros constatará que algunos compañeros con calificaciones excelentes durante nuestra época de estudiantes no son necesariamente a los que mejor les ha ido en el ámbito laboral o en sus vidas personales.

En cambio, aquellos con espíritu emprendedor, con buenas relaciones interpersonales, con visión, con el manejo adecuado de sus metas, con espíritu colaborativo, con mente abierta, con actitud para aprender todos los días, son los que les han tenido un mejor equilibrio en sus vidas actuales, aunque no hayan sido los primeros en calificaciones.

Es triste escuchar comentarios donde se alaban los conocimientos o habilidades de individuos pero se les cuestiona la volubilidad de su carácter, su malhumor, sus continuos roces interpersonales con medio mundo o su espíritu “lunático”.

De nada les sirven 20 mil reconocimientos y diplomas en la pared de su oficina o sala si no son reconocidos por su estabilidad emocional, su buen humor, su alegría interior, su habilidad para relacionarse adecuadamente en todos los contextos y situaciones, o su don de gentes.

En efecto, las emociones nos suministran información vital y potencialmente provechosa todos los minutos del día.

Esta retroinformación es lo que enciende el genio creador, forma relaciones de confianza, ofrece una brújula interna para la vida y la carrera y nos guía hacia posibilidades inesperadas.

A fin de cuentas, las personas se conocen realmente por la manera como manejan sus emociones y no tanto por sus conocimientos.

Las personas demuestran quiénes son en la manera como reaccionan ante las dificultades, vaivenes o altibajos de la vida.

Las personas demuestran de qué están hechas en la forma como manejan sus emociones ante presiones, imprevistos, estrés o sinsabores de la realidad.

De nada sirve ser un genio intelectual si no se manejan adecuadamente los problemas laborales y personales o los retos cotidianos de la vida.

Usted, ¿qué piensa?

El autor es director de Humanidades del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte.

Presidente de Grameen de la Frontera.

@rafaelroblesf