No era pozole

El autor es Odontólogo originario de Culiacán, Sinaloa.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes, sobre todo a los que están casados o viven en pareja, que la comida preparada por las esposas no sabe igual, ni siquiera cerca, a la comida que preparaban nuestras madres.

El desayuno clásico de huevo con jamón, simplemente eso, no sabe igual, la sopa, las enchiladas, el mole, el mole Dios mío, el caldo de pollo, en mi caso, la lista es interminable.

Hace semanas le dije a mi esposa que tenía ganas de comer pozole.

Así que ella fue al supermercado para tener todo listo para ese platillo tradicional mexicano, pero lo que me presento en la mesa no tenía el aspecto ni el sabor del pozole normal, ni se diga al de mi madre.

- Ángel, ya está servido, es pozole, ven, se va a enfriar y estando frío no te va a gustar.

- Cuando mire el plato servido, de verdad, no exagero, no era pozole, ni frío ni caliente podría gustarme, no era pozole.

- Esto no es pozole, es cocido, sólo le falta zanahoria, el elote y listo, es un cocido.

- No Ángel, eres un grosero, es pozole, pruébalo, no critiques, pruébalo, te va a gustar.

Dicen que al hombre se le conquista por el estómago, pero en mi caso, cuando miré por primera vez sus grandes ojos negros quedé condenado para siempre.

De manera que cuando mi esposa Esthela prepara comida, lo primero que pienso antes de comer es: “lo hace con cariño y con cariño me lo tengo que comer”.

Ella ve mis gestos, se molesta conmigo y me amenaza:

- Te voy a mandar de vuelta con tu mamá para que no te quejes y ya no estés de criticón.

- Es que es cocido, no digas que es pozole.

- Es pozole Ángel.

- Bueno pues, es “coci-ole”.

Por eso, cuando viene doña Yoli de visita para ver a mis hijos, se trae de Culiacán todo su kit de cocina: tabla para picar verdura, su mandil, cochinita pibil, frijoles hechos por ella, huevos, tortillas y servilletas para las tortillas, ya me dijo que en su próxima visita se traerá su olla y sartén, yo le digo que aquí tenemos todo pero mi mamá asegura que lo trae porque con sus cosas sabe diferente, lo mejor de todo es que eso no molesta a mi esposa, al contrario.

Son días que comemos muy sabroso en casa.

Pero ella no es la única, hace días fui a casa de Hiram Holguín y Renata del Rincón a recoger unas cosas y Renata me dice:

- Siéntate a comer, ándale, tú siempre andas a las carreras.

- Yo tenía mucha hambre, así que por curiosidad pregunté primero antes de sentarme en el comedor.

- ¿Son quesadillas?

- Es choripollo, ándale siéntate.

- Está muy bueno. Es comida clásica sonorense. Hiram, su esposo reforzó el argumento de Renata, él ya estaba listo para comer.

- Gracias, pero ya me tengo que ir, todavía me faltan cosas por comprar y me están esperando en la casa, y de ese choripollo, ¿quién te paso la receta?

- ¡Ah!, miré la receta en YouTube. Eso no me dio mucha confianza, me fui a casa con hambre y hasta el día de hoy sigo amenazado por Renata de que un día tendré que comer ese choripollo sonorense.

Así que entre pozole, que parece cocido, y un choripollo que me está esperando, sigo ansioso con la visita de mi madre para probar comida de verdad unos días.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes.

El autor es Odontólogo originario de Culiacán, Sinaloa.