Mujeres y emprendimiento

La autora es Directora de Grameen de la Frontera y profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte

Los emprendedores y las emprendedoras tienen una gran influencia sobre el crecimiento económico ya que sus decisiones sobre la inversión y producción favorecen la creación de riqueza

y fomentan el bienestar social.

Por ello, no es raro que muchas de las políticas públicas se enfoquen en acompañar, fortalecer e incentivar emprendimientos. En lo últimos años, la perspectiva de género se ha incorporado

en los programas que impulsan el emprendimiento, considerando que las mujeres inician un negocio con el objetivo de generar recursos para su familia y para aportar económicamente a la sociedad. Sin embargo, pareciera que se olvida el hecho de que previo al lanzamiento de una empresa, la mayoría de las mujeres ya están aportando económicamente al país.

El Inegi señala que el valor económico del trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados registró un nivel equivalente a 5.6 billones de pesos en 2019, con una participación porcentual del 22.8. El trabajo que sí es remunerado puede darse gracias a este otro, que puede ser considerado como un subsidio invisible y silencioso que las mujeres hacen a la economía.

Cuando una mujer toma la decisión de emprender, está haciendo un aporte adicional al que ya realiza diariamente en la mayoría de los casos. En nuestro país, según la Asociación de Emprendedores de México, el 61% de los emprendimientos son fundados por un hombre, mientras que solo el 39% lo inició una mujer.

Los retos que enfrenta una mujer emprendedora son muy distintos a los que enfrentan los hombres, pues en la mayoría de los casos tienen que continuar haciéndose cargo del trabajo no remunerado en casa, además de intentar ser tomadas en serio en un mundo donde las decisiones del sector público y privado son tomadas mayoritariamente por hombres.

Las mujeres cuentan con mayor dificultad para acceder a financiamiento por el siempre hecho de que, en muchos de los casos, no se cuenta con historial en buró o derivado de la misma

brecha salarial que ocasiona que se pueda probar una menor capacidad de pago y por ende se accede a créditos menores.

A lo anterior, debemos sumar los estereotipos de género que califican a las mujeres como demasiado sensibles y/o volubles, poniendo en sobre la mesa nuevamente el reto de poder ser tomadas en serio ; adicional a esto, la formación empresarial convencional no aborda las limitaciones específicas de género que tienen las mujeres emprendedoras y se dirige principalmente a aspectos sobre cómo establecer, administrar o hacer crecer una empresa desde una “perspectiva masculina” que refuerza las imágenes estereotipadas de los hombres y mujeres empresarios.

Finalmente, es importante  cuestionarse si la actividad emprendedora en las mujeres está siendo vista en la sociedad como algo secundario o adicional y no como una misión que da sentido

a sus vidas. Las mujeres emprendedoras requieren que se reconozca que sus emprendimientos resuelven problemas y necesidades del mercado y por ende, que se impulse su labor.

La autora es Directora de Grameen de la Frontera y profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte

@PaulaTakashima