Mujeres privilegiadas

La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.

Hace poco me dijeron que yo era una mujer muy afortunada porque mi marido me “daba permiso para trabajar”. Sinceramente, aunque sé que eso es algo que sucede, no dejó de impactarme que ese tema pueda ser conversación en pleno siglo XXl.

De inmediato le respondí a esa persona que de ninguna manera yo tenía por qué pedir permiso para trabajar. Ella en cambio, con la voz pausada, tímida y agachando la mirada, me comentó que

eso era muy normal, que a los hombres les gusta que las mujeres se queden en casa con los hijos, porque luego si la mujer se arregla para salir a trabajar, otros hombres pueden pensar

que es soltera.

Yo escuché ése y otros argumentos más, con mucha pena y por supuesto, desde una posición que asumo como privilegiada. La verdad es que me sentí impotente, consciente de que mientras la clase política se reparte culpas, y parece que nunca va a ponerse de acuerdo; existen mujeres viviendo verdaderos infiernos y peor aún, niñas que en su momento también los padecerán, mientras los tomadores de decisiones continúan con la misma parsimonia.

Ciertamente, urgen no sólo discursos bonitos, de apoyo, sino políticas públicas serias, con la mirada puesta en los estándares internacionales, que hoy por hoy son los más protectores, para que las mujeres como yo, “privilegiadas” por no necesitar “pedir permiso” para salir a trabajar y desarrollarse, seamos más, seamos todas las que así lo queramos.

Y es que,  absolutamente, la vida de una mujer cambia cuando estudia, cuando tiene sueños, los persigue, los alcanza y claro, deja esa codependencia económica de la que muchos hombres se

han aprovechado y lo siguen haciendo para tener a la mujer en un estado de sumisión absolutamente reprobable.

En este siglo XXI, el mundo se ha dado cuenta que no podemos continuar así. No es casualidad que un total de 193 países hayan aprobado en 2015 en Nueva York, la Agenda de Retos para 2030, siendo uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de dicha agenda, la igualdad de género, además de otros, como el fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad o reducción de la desigualdad.

Yo creo que las pocas “mujeres privilegiadas” que somos en este país, y con esto me refiero a las mujeres que podemos gozar de derechos que se han permitido a los hombres principalmente,

tenemos una responsabilidad enorme, la de abrir camino a todas las demás niñas, adolescentes y mujeres; y con esto me refiero a que necesitamos caminar por las calles firmes, y sí, quizás con cierto temor de que el acoso callejero pueda un día ser una amenaza real y ponga en riesgo nuestra integridad, nuestra vida.

Debemos mantenernos en nuestros trabajos a pesar de estar corriendo de un lado a otro, porque las tareas domésticas y de crianza no son todavía repartidas de forma equitativa, pero no sólo eso,

debemos escalar, llegar a lo más alto en todos los ámbitos posibles, para dejar un camino ya hecho a quienes vienen detrás de nosotras, a nuestras hermanas, como lo significa esa palabra hermosa, la “sororidad”.

Por ellas, por las mujeres que son nuestras hermanas en esta lucha que no es de ninguna manera contra los hombres, ni tampoco para quitarles derechos, es única y absolutamente para poder tener los mismos derechos, bajo el entendido de que no somos seres inferiores, tampoco objetos, somos personas, seres humanos y nuestros derechos no pueden seguir siendo privilegios sólo para

unas cuantas.

La autora es especialista en Derechos Humanos, Democracia, Niñez y Política Pública.