Mi diario del 2002
El autor es actualmente profesor universitario y es autor de ensayos académicos
Con el objetivo de darle seguimiento a mi columna anterior que traté sobre los diarios, esta vez les traigo un ejemplo. No hay mejor formación que practicar lo que se predica. En este caso, quiero compartir con ustedes mi diario que escribí en el 2002. De enero a octubre de aquel año escribí en mi cuaderno lo que sucedía en mí y en mi entorno. Es una selección de días, pues por el espacio breve de esta columna no me puedo exceder. Yo en el 2002 cursé unas materias en una conocida institución educativa. Así que mi diario contiene la vida cotidiana de esos días escolares. Nótese que su contenido es real y doy mi opinión. Como es un diario personal, su lenguaje es directo y no trato de suavizar las cosas, sino darlas a conocer tal cual las estoy viviendo.
15 de enero del 2002. Clases con Caty. Tres horas. Un receso a las once am. Dos temas: el prólogo del libro que ella hizo en colaboración con otro profesor. Yo no hablé. Debí hacerlo. Pero, esperé callado, atento a los comentarios de los demás y, sobre todo, de Caty. Es excelente maestra. Sabe mucho. Y sabe transmitirlo. Su tono de voz es claro, fluido, fuerte. Se nota que sabe hablar en inglés. Su español se contamina atractivamente de palabras y timbres ingleses. Me gusta su elegancia erudita. Su lucimiento crítico. Su figura alta de andar despacio y controlado. Su sonrisa simpática, aunque no tan frecuente porque hasta ahora la vi que sonrió. Ama el silencio. Lo provoca. Lo domina. Su libro y clase me fascinó. De principio a fin a cada instante levantaba la vista del libro para decirle (en mi pensamiento): “Muy bien. Excelente. Qué ideas del libro tan precisas.” Todo esto pensé decirle en clase a Caty, pero no lo hice.
13 de febrero. Marcela me dijo ayer que ahora no habría clases. Llamé por teléfono a María Luisa y me confirmó.
22 de marzo. Examen de estadística. No funciono en los exámenes. Me irritan los exámenes.
01 de octubre. Calificaciones de una materia. El profesor dividió en dos la evaluación: sesiones diarias y un ensayo final. La calificación más baja fue de 92 y la más alta de 100. De los nueve alumnos que éramos, tres sacamos 92 (Lupita, Alejandro y yo); dos tuvieron 95; dos más 98 y a dos alumnos les puso 100. Aquí mi duda está en algunos de mis compañeros y la manera de evaluar del profesor, ¿Por qué Fernanda tuvo calificación arriba de noventa si casi no habló ni hizo preguntas. En los comentarios y discusiones brillaba por su ausencia. Marcela también casi no participaba. Lupita también intervino poco. Todos los demás estuvieron más equilibrados en su participación en clase y tareas. Por ejemplo, Alejandro expuso bien; igual Juan Carlos, Rosana y María Luisa. Me parece que el profesor fue parcial y subjetivo. Pienso que en la calificación que dan los alumnos a los maestros, ahí ajustaré cuentas con él.
El autor es actualmente profesor universitario y es autor de ensayos académicos.
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