Método y propósito

Consultor de mercadotecnia y publicidad desde 1985

¿Es válido enseñar lo que pide y cómo lo pide un grupo humano en la educación formal? ¿No es absurdo considerar consciente del propósito mayor a alguien que aún no lo conoce ni alcanza? ¿No es erróneo conceder la dirección de un método a alguien que no se dedica a ello?

Recientemente viví un caso que estimuló en mí el plantearme estos cuestionamientos. Un grupo con el que iniciaríamos curso, motivado por previas experiencias, exigía un cierto propósito y metodología. No querían teoría y no querían “un desfile sin fin” de diapositivas.

La teoría no sirve de nada, argumentaban, lo que vale en la vida es lo práctico. Es valiosa la aplicación de los conceptos a la realidad, otra cosa es inútil y sin valor.

Ver desfilar un centenar de páginas de una presentación digital es aburrido, arcaico e inútil, decían. Presenciar un monólogo -aún si quien expone es una eminencia- no nos lleva a ninguna parte, aseguraban.

El hombre intenta explicar desde hace milenios los fenómenos y sucesos de su entorno natural y social. Aquí la teoría juega un rol fundamental, porque ésta significa nuevos conocimientos en los que podemos confiar. Estos nuevos conocimientos son confiables porque se comprueban con estudios sistemáticos y eso los valida como confiables. Es decir, es seguro que ocurrirá lo que estos conceptos indican qué ocurrirá. Entonces, basarse en cosas seguras para construir un nuevo pensamiento, ¿es inútil?

Si transitamos por estas reflexiones a posteriori será fácil encontrar sintonía y coincidencia; por eso, lo mejor será que estas líneas se vean desde la postura de aquel grupo que exigió propósito y metodología a su gusto. Haciéndolo así podríamos estar en la posibilidad de entenderles mejor. Fue notorio, el grupo se dejó conducir por las voces más estentóreas y los ánimos más avezados. Menos contó la sensata reflexión para llegar a las peticiones expuestas, como siempre ocurre.

El curso avanzó con un espíritu sintónico a la teoría del caos, que desde estados de desorden llega a estados de orden. No se puede negar que los contenidos y el mismo proceso fueron estimulantes y enriquecedores. La aportación de la veintena de alumnos participantes, quienes más, quienes menos, fue la clave. Mi trabajo fue conectar las contribuciones individuales y añadir lo que no se dijo. Siempre con la intención de construir un concepto claro, concreto y útil, fuimos perfilando el objetivo de aprendizaje hasta llegar a su concreción.

Aunque no evidente, no faltó la teoría. Aunque no textual, no faltó la presentación digital. Quizá, al fin y al cabo, lo que exigían los alumnos -aún y si no fueron conscientes de ello- fue su participación grupal e individual que intuitivamente consideraban valiosa, como lo fue. Quizá lo que pedían era les rescatáramos del apabullante ritmo de la comunicación comercial cotidiana que nos inunda de una creatividad, sí, pero sin rumbo ni sentido constructivo.

León Mayoral

Comunicación Estratégica para el Aprendizaje de Grupos y Públicos Meta.

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