“Los sobrinos”

El autor es licenciado en Ciencias de la Comunicación y actor.

Para empezar esta columna, debo decir que no tengo hijos, pero es como si los tuviera y no, es decir, tengo sobrinos a los que amo y por los que quisiera tener siete vidas como los gatos para dar

una por cada uno de ellos.

En abril de hace 10 años, nació mi primer sobrino Santiago. Lo conocí hasta los cinco meses de  nacido cuando mi hermana, mi cuñado y el bebé fueron a visitarme a la Ciudad de México, donde  vivía y le daba a la actuación, pero bueno, ese no es el tema.

Esos 15 días que pasaron en el departamento que rentaba en aquella gran ciudad, Santiago y yo éramos inseparables, pero como todo viaje, se acabó y ellos se regresaron a Hermosillo. Meses después, luego de casi tres años de no estar en mi tierra, me regresé.

Fueron cinco años en los que “El Santi” fue el “rey” de la casa, hasta que nació Kendra y un mes y medio después Valentino, hermano de Santiago y primo de Kendra.

Con el nacimiento de Kendra y Valentino, me volví loco, al igual que lo hice con Santiago. Debo presumir que he sido buen tío o al menos eso creo. ¿Pero qué creen? Un año y meses después nació Salomé, hermana de Santiago y Valentino.

Con estos tres pequeños, dos de la misma edad y una un año menor, más que Santiago, quien sigue siendo un niñote, me he vuelto loco: los saco a pasear, gasto mis quincenas en consentirlos y me hacen tan feliz.

En octubre pasado, mi bello mes, nació mi quinto sobrino, Said Benjamín. Él es hermano de Kendra, es el bebé de la casa y no puedo decir que el consentido, porque los cinco, son los consentidos de todos, pero sobre todo los míos.

Realmente es una bendición tenerlos, disfrutarlos e incluso, enojarme con ellos. Son como la segunda camada de los hijos de mi mamá. En ocasiones, cuando está mi madre, mis tres hermanas y mis cinco sobrinos, no dejo de agradecer a Dios estar bendecido con esta familia.

Mis cinco “enanos” son hijos de mis dos hermanas y son para mí una de las mayores bendiciones y sobre todo satisfacciones porque me dan alegría. Cuando los veo y siempre, todos, me

dan un fuerte y sincero abrazo cuando me ven. Digo, ahora con la pandemia trato de cuidarlos más, pero a veces es imposible resistirse y no darles un abrazo a mis “mounstritos” y sí, soy un tío “cuervo", feliz y orgulloso.

Ellos llegaron a mi vida para alegrarla, aunque también para preocuparla, porque si uno de ellos se enferma, mis padres, sus padres y yo nos preocupamos.

El autor es licenciado en Ciencias de la Comunicación y actor.